Codeflesh

Codeflesh: Chute de justicia en vena

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«Es algo más que un trabajo bien hecho«

 

El hecho de que la industria editorial española está en crisis es innegable… Bonita cita, pero lo cierto es que España entera lleva ya tanto tiempo en crisis (vamos a por los ocho años y subiendo) que se ha hecho a ella y ahora cualquier otra situación casi se nos antoja extraña y antinatural. El problema, en algunos casos, es que las expectativas tanto de negocio como de rendimiento a corto plazo siguen estancadas en el período de bonanza económica que precedió a la debacle de 2008-2009. Esto, que ha afectado a todas las grandes empresas y ha provocado desapariciones (¿podría meter aquí a EDT?), grandes fusiones y abandono de líneas de negocio (¿fue la crisis lo que provocó que Planeta ‘soltara’ DC?), también ha supuesto un duro golpe para la pequeña y mediana empresa, pero curiosamente aquellas pequeñas ideas de negocio que han conseguido capear la tormenta (o que han nacido de las cenizas del incendio) son quienes tienen la llave del futuro en cada industria en la que trabajan.

 

Este es el caso de Aleta Ediciones, con la solera de veinte años a sus espaldas y llevada por el insigne hombre-orquesta Joseba Basalo. Una editorial que, pese a haber sido una más de las han sido zarandeadas por las dificultades, experimenta hoy un extraordinario crecimiento (que en ocasiones la desborda) y que le ha llevado a ser la encargada de traer a nuestro país al universo Valiant y a una gran parte del rico mundo que conforman las publicaciones de la emergente norteamericana Image. Todo esto se ha logrado gracias a un ingrediente del que carecen las ‘grandes’ editoriales: la pasión por el cómic de calidad y el mimo con que se trata a cada uno de sus productos.

 

«Te has escaqueado de pagar la fianza, Babosa«

 

¿Por qué comento todo esto si no tiene, en principio nada que ver con Codeflesh? Bueno, en principio no vamos a escribir un artículo sobre ésta o aquella editorial y esta reseña es tan buen lugar como cualquier otro para comentar estos temas. Pero también cabe añadir que, de no ser por el esfuerzo realizado por casas como Aleta, cómics com el que tenemos hoy entre las manos jamás habrían llegado a nuestras librerías y eso se merece un reconocimiento, aunque sea tan sólo a partir de la introducción a este artículo.

 

Codeflesh

Codeflesh

 

Centrándonos en Codeflesh, nos encontramos con un trabajo de Joe Casey (del que ya hemos hablado con anterioridad en esta revista con motivo de la interesante Sex, de 2013 y que Aleta trajo a nuestro país a principios de 2014) que comenzó su andadura en el ya lejano año 2000 y que se ha ido recopilando en diversos formatos en Estados Unidos hasta que Aleta ha logrado traernos una versión cuasi definitiva con todo lo que se ha ido publicando (aunque a todo color en esta ocasión) y una historia nueva del equipo original, pero escrita varios años después. En ella Casey vuelve (quizás esta no sea la palabra correcta dado que el cómic es anterior a Sex) a presentarnos un mundo en el que los vicios son más fuertes que las virtudes y en el que el héroe es tan adicto a la adrenalina y a caer en lo más bajo como lo son el conjunto de sus adversarios.

 

«Sólo porque no te soporte, no significa que no me preocupe por ti«

 

Cameron Daltrey, el protagonista en esta ocasión, se dedica al noble arte de pagar las fianzas de los criminales de la más diversa índole para luego cerciorarse de que acuden a las periódicas revisiones con la justicia. También, de cara a la galería, se encarga de contratar al cazarrecompensas que captura a aquellos malhechores que deciden saltarse alguna de sus citas. No es un trabajo agradable, pero le permite pagar el alquiler y soñar que lleva una vida normal con su novia Maddie (una stripper con ganas de sentar cabeza).

 

Codeflesh

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Igual habría que puntualizar que los villanos a los que Daltrey libra de la cárcel a cambio de un módico precio suelen hacer gala de los más variados poderes y habilidades. También cabría añadir que Cameron tiene la mala costumbre de utilizar siempre al mismo cazarrecompensas para devolver a los reincidentes a chirona: él mismo.

 

«Hay secretos que no pueden esconderse»

 

Casey nos muestra a un protagonista adicto a la adrenalina y a la sensación de justicia que le aporta el ponerse la máscara de su alter ego y golpear hasta la inconsciencia a aquellos que hacen de su oscura y siniestra ciudad aún más inhóspita y desagradable de lo que ya era de por sí (y es que Casey se basa en la parte menos conocida y más sórdida de Los Angeles para ambientar el cómic). Esta doble vida le pasa factura tanto física como sentimentalmente y el autor se centra en este dilema del protagonista entre tratar de llevar una vida ‘normal’ o finalmente entregarse por completo a sus más bajas pasiones bajo la extraña máscara con código de barras.

 

Codeflesh

 

Codeflesh se nos presenta a través de capítulos autoconclusivos que van ahondando poco a poco en la vida de Cameron y de quienes le rodean, pero que tienen sentido completo de manera individual. Especialmente llamativo es el penúltimo capítulo (último en su momento hasta que guionista y dibujante volvieron sobre el personaje años después), relatado como una carta que se lee de forma coral por toda la comunidad que rodea a nuestro atormentado justiciero y que él mismo le dirige a una cada vez más ausente Maddie.

 

«Le escribí una carta larga de narices explicándole toda la puta movida«

 

Acompaña a Casey en esta ocasión el británico Charlie Adlard, al que todos conocemos por su fácilmente reconocible dibujo en Los Muertos Vivientes de Robert Kirkman (aunque, como todos los británicos de cierta edad, también ha hecho sus pinitos con el Juez Dredd, entre otras publicaciones). La facilidad con la que Adlard se introduce en las oscuras calles que Casey le va describiendo y el cuidado uso de las sombras para enmascarar y/o resaltar detalles y deformidades seguramente fueron uno de los motivos por los que Kirkman se fijaría en él más tarde.

 

Codeflesh

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La edición de Aleta viene acompañada de una escueta sección de extras entre los que destaca un más que interesante epílogo del propio Joe Casey en el que el autor deja la puerta abierta a futuras aventuras del personaje. No seré yo quien me oponga a que cómics de esta calidad vuelvan a llegar regularmente a las tiendas especializadas.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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