Amor sin control

Título Original: Thanks for sharing

Director: Stuart Blumberg

Guión: Stuart Blumberg y Matt Winston

Reparto: Tim Robbins, Gwyneth Paltrow, Mark Ruffalo, Joely Richardson, Josh Gad, Patrick Fugit

EEUU / 2012 / 108′

Productora: Class 5 Films / Olympus Pictures

Que nadie se confunda. Esto no es ningún título dulzón, aunque el título lleve a la duda. Y es el que el original va más acorde, Thanks for sharing (Gracias por compartir), porque eso es lo que se hace en terapia: ese lugar casi tabú, donde se comentan las penurias y miserias, donde y donde se sale reconfortado por compartir lo malo, y juntos…

Que nadie se confunda. Esto no es ningún título dulzón, aunque el título lleve a la duda. Y es el que el original va más acorde, Thanks for sharing (Gracias por compartir), porque eso es lo que se hace en terapia: ese lugar casi tabú, donde se comentan las penurias y miserias, donde y donde se sale reconfortado por compartir lo malo, y juntos intentan ajustar los impulsos de su Ello a lo que dicta su Yo particular.

La trama se cuela en uno de estos grupos, concretamente en uno de adictos al sexo, y acompaña principalmente a tres de estos convalecientes. Estos hombres de diferentes edades y circunstancias sobrellevan sus problemas y asisten a tratamiento para superarlos, madurando en familia como Mike (Tim Robbins), en pareja como Adam (Mark Ruffalo) o en la vida en general, como intenta Neil (Josh Gad). Stuart Blumberg aproxima la adicción de Fassbender en la descarnada Shame de Steve McQueen en forma de una historia sincera, adaptada a un género más engolado y costumbrista. Así la moldea en algo para todos los públicos.

Puede que en su ópera prima el cineasta ha descuidado ciertas partes, pero no en el reparto; rostros habituados tanto a grandes producciones como a retratos más íntimos siguen sus órdenes. Cada uno de ellos se reparten las funciones con el rol que les ha tocado: Robbins es el padre de familia, Ruffalo se convierte en chico en busca del amor, Gwyneth Paltrow ejerce el papel de “la chica perfecta”, y Gad se queda con el chistoso y entrañable, mientras que a Pink le toca el personaje turbio. Blumberg les retoca en su guion (escrito junto a Matt Winston), en el cual detalla muy bien sus personalidades sin prestar atención en el ritmo.

Ruffalo y Paltrow, hacen más que creíble el tonteo en el inicio de una pareja; ella es Phoebe y aparece como el ángel de la guarda que separará a Adam de sus males, mientras que él intenta superarse y no caer. Josh Gad está perfecto haciendo de pervertido. Alguien pronto tomará el relevo de Phillip Seymor Hoffman en eso de roles que brillan sin ser tan agraciados como la industria manda. Gad camina en la dirección para ser ese sustituto. Tim Robbins aparece extrayendo los problemas de una familia desestructurada por sus adicciones y por las actuaciones delictivas de su díscolo hijo y su resignada esposa –brutal el momento de la pelea familiar, que desquita el título de piezas romanticonas–. Y Pink sorprende en su faceta actoral. La cantante no desentona compartiendo confidencias con su amigo Neil. Juntos se ayudan y se descubren como personas.

Y cómo no, una vez más Nueva York aporta el toque de sofisticación necesario para que el argumento aumente su carisma. Con pocas risas que aplaudir, las dosis de humor vienen en la justa medida. A la película le falta algo de chispa para impresionar por completo. Peca de ser demasiado lineal, pero sus personajes saben andar solos.

Explosiva en ciertos momentos, gracias a la aparición de las sombras de cada uno, posee también sus pausas. Monótona en su exterior, pero desenfadada en el interior. Blumberg aprueba, pero necesita mejorar el factor sorpresa.