La broma asesina es uno de los grandes clásicos de la mitología del Caballero Oscuro, una de esas historias definitorias del personaje y de su mayor némesis, Joker. Casi 30 años después de su publicación (1988), la historia ideada por Alan Moore sigue estando entre los hitos del cómic superheroico. De ahí que cuando la renovada división animada de Warner Bros. anunciara la adaptación de dicha obra -y más después del excelente sabor de boca que nos dejó El regreso del Caballero Oscuro- las expectativas del fandom se desbordaran. Y por fin nos llega, en formato doméstico, como aperitivo del estreno de Escuadrón suicida.

Ingredientes no le faltan, con Sam Liu (experto ya en adaptar obras comiqueras) en la dirección, y Brian Azzarello firmando el guion, además de contar (en la versión original) con las icónicas voces de Mark Hamill y Kevin Conroy como Joker y Batman respectivamente. Sin embargo, un buen cartel no siempre es suficiente.

El gran defecto que encontramos en La broma asesina -tanto da si se conocer el material del que parte que si no- es que no hay unidad entre las dos partes del film, funcionando cada una por separado, como si se tratase de dos episodios de una serie que alguien ha decidido juntar porque sí. La historia original no era especialmente larga, lo que ha “obligado” a los responsables del film a tirar de “relleno” a través de una segunda trama que tiene puntos de interés, pero no queda bien integrada en el conjunto.

Esta trama, que toma a Batgirl como protagonista es creación de Brian Azzarello, en su trabajo de ampliación del relato original de Moore. Como decía, esta primera parte funciona de manera independiente a los hechos de La broma asesina. De hecho, mientras que en esta parte Bárbara Gordon hace de narradora y tomamos su punto de vista, en la otra, quedando relegada a un segundo plano en la otra mitad. Algo similar les sucede a Batman y Joker. El Caballero Oscuro tiene un rol secundario en la trama de Batgirl y Joker ni siquiera aparece hasta que no arranca “su” historia.

Así, nos encontramos ante una película compuesta por dos historias. Una primera dedicada a explorar los sentimientos de Batgirl respecto al mundo superheroico, y otra a conocer el origen de Joker. Con unos tonos bien diferenciados y sin nexos que las unan más allá de la figura de Batman, dan lugar a una propuesta fallida. Falta (mucho) trabajo por parte del guionista para que ambas tramas funcionen como un todo y que no haya una descompensación tan grande entre el interés que depara una y otra.

Respecto al relato de Alan Moore (quien no ha dado permiso a utilizar su nombre en los créditos del film), su adaptación es bastante fiel, con algunas licencias por parte de Azzarello que no desentonan, aunque perdiendo, eso sí, el efecto de la broma que da título al film a causa de la forma de incrustar todo el material nuevo. Por otra parte, la cacareada calificación R no se aprecia por ninguna parte. Tanto la trama del Joker como el segmento dedicado a Batgirl resultan bastante lights en términos de virulencia. Cabría esperarse una mayor dosis de violencia explícita, pero salvo por un encuentro entre los dos miembros de la bat-familia y la icónica -y polémica- escena que ideó Moore en el cómic, poca “chicha” tendremos en ese sentido, y aún así, estas dos escenas son más de sugerir que de mostrar. No ayuda tampoco el tipo de animación, adscrito a los cánones de la división animada de Warner/DC, que le da a la historia un aspecto más «familiar» si se quiere, que no termina de casar con el ambiente perverso que requiere la historia.

En resumen, La broma asesina se queda lejos de las expectativas generadas.