Bel Ami

Bel Ami, Historia de un Seductor: Las reglas del juego

 

Los responsables de la prestigiosa compañía teatral Cheek By Jowl han decidido dar el salto a la gran pantalla y para ello han elegido adaptar el clásico del escritor francés del siglo XIX Guy de Maupassant, Bel Ami (1885).

 

Es la historia de un joven soldado francés que al llegar a París trata por todos los medios, y contra toda regla, de hacer fortuna gracias a los contactos sociales. Por el medio encontramos pasiones, obsesiones, venganzas y un juego de traiciones como han sido vistos ya en varias ocasiones.

 

Declan Donnellan y Nick Ormerod son los directores de la cinta y lo que podría haberle dado un toque de distinción a este proyecto es precisamente aquello de lo que adolece.

 

 

Robert Pattinson en Bel Ami

 

 

Vienen del teatro, donde llevan desde 1981 montando obras de clásicos que van desde William Shakespeare hasta John Ford (autor del siglo XVII, nada que ver con el director de Centauros del desierto [1956]). En estas obras no solo han creado un estilo único de narración en el cual la transgresión y la espectacularidad llegan a un equilibrio perfecto en su unión con el clasicismo y el refinamiento, si no que además han formado maravillosos intérpretes en todos estos años. Es una compañía de reconocimiento mundial (con montaje próximamente en las tablas españolas) por la que los actores y actrices suspiran y en las que el cartel de «no hay entradas» no suele ser extraño.

 

Bien, pues en su traslado al celuloide no vemos nada de esto. Por un lado está la cuestión narrativa. La dudosa elección del proyecto, que, aunque atractivo y clásico, ya ha sido llevado al cine y no deja mucho espacio a la creatividad con la que poder diferenciarse del título de 1947 de Albert Lewin. No se puede negar que para tratarse de un culebrón de época en el que adivinar cada nueva secuencia es juego de niños, han conseguido convertir 102 minutos en entretenimiento sin momentos tediosos. Sin embargo, el ritmo que tanto han perfeccionado sobre los escenarios y que tan bien vendría a esta historia no aparece por ninguna parte. El teatro y el cine, aunque se parezcan, no son el mismo medio; lo que en la pantalla debe suceder a una velocidad de vértigo, en la tarima se ve suplido por la comunión que se crea entre espectador e intérprete. En el largometraje encontramos demasiada rapidez, las acontecimientos tienen lugar sin respiro, ciertas elipsis son inabarcables y la decisión de presentar la escena mediante un montaje o rodarla al completo parece aleatoria. Más pausa, más reflexión y no tanta premura habrían sentado mejor al resultado.

 

En lo que a la cuestión formal se refiere el trabajo es exquisito. El diseño de producción, la recreación del París de 1890, el vestuario así como la puesta en escena no dejan nada al azar. No desmerece en absoluto a cualquier producción de época en la que el más mínimo detalle puede desviar la atención del respetable. Ormerod demuestra que lleva años dedicándose a ello y que no importa si es en vivo o sobre fotograma, todo debe tratarse con el máximo cuidado. La música compuesta por Lakshman Joseph De Saram y Rachel Portman para la ocasión es el perfecto acompañamiento para las aventuras de Georges Duroy.

 

 

Robert Pattinson y Uma Thurman en Bel Ami

 

 

Aseguran los directores que el reparto está formado por gente con la que llevaban tiempo queriendo trabajar. Kristin Scott Thomas y Colm Meany siempre son un valor seguro, viejos conocidos de los responsables de la película en los que se puede confiar para llevar a cabo su tarea notablemente. Christina Ricci y Uma Thurman intentan aprovechar la ocasión para demostrar que pueden tener deslices pero son actrices con filmografías de peso a sus espaldas. En el caso de Robert Pattinson la excusa no cuela. La duda es razonable: ¿es un actor que gusta a los jefes de casting o puro marketing? Si se trata del primer caso, es un craso error, porque sí, es un actor con un indudable atractivo, ese aspecto del personaje está cubierto, pero su talento es más que discutible. Si se trata de publicidad y querer llenar las salas de púberes acérrimas del vampiro de moda, tampoco parece la mejor idea ya que por mucho ídolo teen que se presente en la pantalla no es el público objetivo de la cinta.

 

Lo que plantea mayores reservas, no obstante, es el hecho de que todos los personajes sean franceses y ni uno solo de los intérpretes tenga esa nacionalidad o al menos hable un inglés afrancesado, ya que pedir que sean francófonos parece imposible.

 

Así pues, un debut cinematográfico totalmente prescindible con más errores que aciertos y poco que ofrecer.

 

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