Carol

Carol: Lo tenue se vuelve profundo

Si La vida de Adèle estaba marcada por su efervescente visión explicita del amor entre dos chicas, Carol se traza como algo más moderado, más tenue, porque las normas de esa década dictan otra cosa. Mientras que Abdellatif Kechiche se recreaba con todos los momentos íntimos de sus personajes, Todd Haynes recrea bien el entorno de su pareja protagonista, haciendo gala de la -elegante- opresión en la que les ha tocado vivir. Pero vamos, cada pareja vive su pasión y problemas de manera diversa, sean quienes sean, independientemente de la década que vivan.

 

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Therese es una chica tímida y modesta. Carol es la sofisticación personificada. Se conocen en una tienda de juguetes. Ambas están atrapadas, pero su encuentro les cambiará para siempre. La dependienta es retraída y Rooney Mara sabe darla los gestos necesarios de inocencia y fragilidad. Una poquita cosa frente a la despampanante mujer de clase alta que es la mujer que da nombre al film. Pocas actrices podrían retratar a esta Carol, una mujer enigmática, bella, atrayente desde el minuto uno; no podía ser otra que Cate Blanchett.

 

Todd Haynes dirige con sutileza. Toda la pasión está intrínseca. Se excede en retratar el bello y estático mundo de los cincuenta con sensibilidad, en enseñarnos esa bonita jaula y no caer en el puro morbo; tan sólo las pone en estado de alerta constante dado el mundo exterior. Algo similar a lo que ya hizo con Julianne Moore en Lejos del cielo. A las presentes las sitúa hablando en lugares públicos, fumando y charlando dejando que la tensión dé paso a la sensualidad. La cinta frena en pasión (que en este caso se traduce en menos garra para el espectador), pero la dirección artística, con esa banda sonora opresora a la vez que dulce, envuelve una historia rotunda, de esas que no dejó a nadie indiferente el pasado Cannes.

 

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Patricia Highsmith reimprimió la novela El precio de la sal en 1989 bajo el título de Carol. La varias veces versionada al celuloide dejaba una obra que ayudó a muchas personas desde su primera publicación en 1951. La historia trazada se aleja de los thriller (como en Las dos caras de enero) y se empapa de romanticismo. Haynes convierte este drama en lirismo puro y finalmente queda un autentico ejercicio de estilo. Lo tenue se vuelve profundo. Una delicia para los académicos por ser comedida y un disfrute para los cinéfilos por su notable confección.

Acerca de María Aller

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Madrileña. Comunicadora. Periodista. Sagitaria. Bonne Vivante. Cine. Y festivales, series, libros, cocina, deporte... recomiéndame!

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