Es cierto. Un reboot nace con la losa inevitable de la comparación. Si a esto se le añade odio desde el principio de la promoción (véanse las consecuencias del tráiler y la campaña alentada por corrientes machistas y misóginas), y que la cinta original es una pieza de culto… Claro, oír la palabra “secuela” seguida de Los Cazafantasmas no suena bien. Súmese además un último contra: Paul Feig no es Ivan Reitman.

Pero ha sido el director de Espías el encargado de ponerse al frente de la -desde el inicio- polémica Cazafantasmas. La trama sigue un esquema prácticamente igual a la de 1984: tres científicas creyentes en lo paranormal deciden emprender por su cuenta propia la investigación de estos seres que se están encontrando en Nueva York. A ellas se les une una cuarta movida por la ilusión y sus conocimientos de la ciudad al dedillo. Alquilan una oficina, contratan un secretario, y hacen frente a un gran malo que atemorizará la urbe. Todo esto con recuerdos a la anterior, y contando con los cameos de Bill Murray, Dan Akroyd, Ernie Hudson, Sigourney Weaver y Annie Potts. Y claro está, con las actualizaciones pertinentes del mundo en 2016, redes sociales incluidas y normalización entre las diferencias de género.

Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Leslie Jones y Kate McKinnon están perfectas para las versiones actuales de los roles: la líder cómica, la ingeniera perspicaz, la experta indecisa y la escéptica con un toque descarado, familiarizada con los secretos de Nueva York. Como sus antecesores, se conecta con ellas porque no son las heroínas al uso. Comparten el mismo encanto aunque el guion no llegue a la excelencia del texto ochentero.

He ahí el problema de Cazafantasmas: se queda en el homenaje perfecto, sin duda, pero se abastece demasiado de la primera para formar su propio menú Tanto que se atiborra, y a veces el empacho no nos deja saborear la degustación. Sin embargo la historia funciona. Sus gracias serán elementales, pero creo que todos recordamos a Venkman (Murray) diciendo “Me ha moqueado”. Cierto, Feig no es Reitman. Pero ha cocinado bien el nuevo menú. Las cuatro actrices están perfectas y todas, sobre todo McCarthy, están en su justa medida.

No será una película emblemática, no tendrá frases para la posteridad (“¿Eres tú un dios?” “¡Me voy, tengo una cita con un fantasma”). Pero su cometido, además de entretener, es honrar. Cazafantasmas es simpática y muy devota de la antecesora. ¿Alguien pensó en que sería un objeto sagrado?