El corredor del laberinto: La cura mortal

El corredor del laberinto. La cura mortal: Todo por el público

Con más retrasos de los deseables (motivados principalmente por el accidente sufrido por Dylan O’Brien, su actor protagonista, durante la filmación de la película), la trilogía del Corredor del Laberinto llega a su fin con esta La cura mortal, que retoma los acontecimientos donde lo dejó la entrega anterior y propone un espectáculo mucho más grande para goce de todos sus fans.

 

El corredor del laberinto: La cura mortal

 

En esta tercera parte el director Wes Ball busca revivir los grandes momentos de la franquicia, recuperando antiguos personajes o recurriendo de nuevo a conceptos como el laberinto o el peligro de los «raros». La cura mortal se presenta en este sentido como el punto de encuentro entre la aventura fantástica que fue cinta original y la distopía postapocalíptica que supuso la segunda parte, pero también remarcando mucho la evolución que ha venido manteniendo la historia, apostando por un tono más adulto, ambiguo y gris (algo que se ilustra bien en el tratamiento de personajes como los interpretados por Rosa Salazar [quien este año lo petará en taquilla con Alita: Ángel de Combate de la mano de Robert Rodríguez] o Thomas Brodie-Sangster). El corredor del laberinto ha sabido crecer al ritmo de sus seguidores.

 

Bell se esfuerza, así mismo, en ofrecer un blockbuster digno de lucir en las salas de cine más grandes, con algunas secuencias verdaderamente trepidantes. Aquí cabe destacar el asalto al tren que tiene lugar en el prólogo. Adoptando una estética que le vendría que ni pintada a cualquier correría de Max el loco, esta secuencia se sitúa entre los momentos más recordados de la trilogía.

 

El corredor del laberinto: La cura mortal

 

La mayor enemiga de esta Cura Mortal es au duración. 142 minutos que por momentos se pueden hacer muy cuesta arriba. El problema radica en la necesidad que tiene su director de alargar muchas escenas hasta la extenuación. Su objetivo es alargar la tensión dramática, pero consigue justo lo contrario, dando lugar a escenas redundantes o diálogos que no aportan ni a la historia ni a sus personajes.

 

Más allá de estos problemas de ritmo que no suponen un incordio a los fanáticos de El corredor del laberinto, poco se le puede reprochar a una película que da exactamente lo que prometía. Tiene muy claro que es lo que espera su público de ella y es lo que le ofrece. Siempre es de agradecer cuando una propuesta tiene tan claras sus pretensiones y su target objetivo, no hay lugar para engaños.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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