El Gran Hotel Budapest: Nostalgia a todo color

El gran hotel Budapest

El gran hotel Budapest

Título Original: The Grand Budapest Hotel

Director: Wes Anderson

Guión: Stefan Zweig, Wes Anderson, Hugo Guinness

Reparto: Ralph Fiennes, F. Murray Abraham, Mathieu Amalric, Adrien Brody, Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Harvey Keitel, Jude Law, Bill Murray, Edward Norton, Saoirse Ronan, Léa Seydoux, Tilda Swinton, Tom Wilkinson, Jason Schwartzman, Tony Revolori

EEUU – Alemania / 2014 / 100′

Productora: Scott Rudin Productions / Indian Paintbrush / Studio Babelsberg

Años 80, en una imaginaria república soviética un escritor de edad avanzada se dispone a dejar testamento gráfico de la historia que inspiró su obra más celebre El Gran Hotel Budapest. Así arranca Wes Anderson su fabula que, en forma de matroshka narrativa, nos traslada a la ficticia república de Zubrowka, situada en la vieja Europa central…

Años 80, en una imaginaria república soviética un escritor de edad avanzada se dispone a dejar testamento gráfico de la historia que inspiró su obra más celebre El Gran Hotel Budapest. Así arranca Wes Anderson su fabula que, en forma de matroshka narrativa, nos traslada a la ficticia república de Zubrowka, situada en la vieja Europa central, un lugar en el que en los años de entreguerras, cuando esta historia está ambientada, todavía sobrevivían ciertas costumbres y modos de hacer de los que ya no queda más que un recuerdo lejano.

Este era el caso de Gustave H., conserje del Gran Hotel Budapest, al que da vida Ralph Fiennes, un hombre dedicado a su trabajo en cuerpo y alma, que encarna en su propia persona todos los atributos del propio hotel: lujo, trato exquisito, perfeccionismo, y devoción en cuerpo y alma –literalmente– hacia sus clientes más fieles. A su lado tenemos a Zero Mustafa, interpretado por Tony Revolori, el joven botones que nos hará partícipes de esta alocada aventura.

El gran hotel Budapest

Con esta película Wes Anderson demuestra que es tan capaz de hacer sátira mordaz, como de historias tiernas, de hacer gala de su estilo inconfundible, al mismo tiempo que apunta a públicos más amplios. Y es que puede que este sea su trabajo más accesible hasta la fecha, y sin embargo, también parece ser una de las muestras más perfectas y afinadas de su particular visión cinematográfica.

Esta visión, como no, viene marcada por la concepción estética de la película, elemento absolutamente definitorio en el cine de Anderson. En esta ocasión, el director americano nos presenta un auténtico festín visual en el que juega con formatos y técnicas de todo tipo: blanco y negro y color, animación, maquetas, decorados y localizaciones reales; imagen rectangular y cuadrada.

Pero no os asustéis porque toda esta parafernalia no se queda en agua de borrajas, sino que está ahí para engrandecer una historia conmovedora que es a la vez nostálgica y descacharrante, con su cal y su arena, contada a un ritmo frenético y vertebrada por un guión plagado de gags, en el que no faltan los momentos surrealistas marca de la casa, todo ello para lucimiento de su grandioso y gigantesco reparto. Y es que ya se sabe que cuando Wes llama, todos se apuntan a un bombardeo, aunque les toque salir dos minutos y no tengan ni media frase.

Con semejante elenco de actores es difícil ponerse a comentar a todos y cada uno de ellos, pero cabe resaltar por supuesto a Ralph Fiennes, a quien hacía tiempo que no veíamos en un protagonista a la altura de sus dotes, a los dos jóvenes Tony Revolori y Saoirse Ronan que, pese estar ambos dando sus primeros pasos, se desenvuelven como peces en el agua al lado de todos estos gigantes de la interpretación. Adrien Brody y Willem Dafoe están inmensos dentro de sus villanos caricaturizados. Y dentro de la larga lista de secundarios quizás sean Tilda Swinton, casi irreconocible en su papel de anciana adinerada; Edward Norton como el oficial del ejército invasor, y Jeff Goldblum los que dejan una impresión más duradera, sin desmerecer en nada a los demás.

En definitiva, una obra de artesanía cinematográfica medida al milímetro que consigue expandir las miras de uno de los autores más idiosincrásicos del cine actual, sin renunciar a sus señas de identidad.

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