En la boca del miedo: La realidad ya no es lo que era

Aunque creada en 1994, fue en 1995 cuando nos llegó de la mano de un soberbio John Carpenter (Assault on Precinct 13, Escape from N.Y., Christine) una de las mejores películas de su carrera: En la Boca del Miedo (In the Mouth of Madness). En ella, John Trent (Sam Neill), un perspicaz agente de seguros, es contratado por un editor (Charlton Heston) para localizar a su escritor estrella, Sutter Cane (Jürgen Prochnow), cuyas novelas de terror hacen tanto furor entre sus hordas de fans que muchos acaban trastornados. Trent sospecha que todo es un montaje, pero accede al trabajo, siendo acompañado por la editora Linda Styles (Julie Carmen) a un pueblo que parece surgido de la misma novela de Cane.

 

Sam Neill

La locura contra la cordura. Lo irreal contra lo real. En un momento dado dice el personaje de Julie Carmen: «Cordura y locura podrían fácilmente intercambiarse si los locos fueran mayoría«. Ese es uno de los pilares donde se apoya la historia, quizá el más acertado. Pues no es una película de terror al uso, es una película sobre qué ocurriría si se tambaleara nuestra realidad, mostrándonos la verdad que nos conduciría a la locura y al terror. De tal forma, acompañamos a Trent en su escepticismo y posteriormente en su confusión, hostigado en agarrarse a la «realidad» para no aceptar lo que ve de primera mano, en especial cuando la realidad comience a mezclarse con la ficción. Pero, ¿qué es real?

La película juega con la realidad conforme la percibimos, y con que no queremos verla, pues puede ser más horrible que el concepto que tenemos de ella. John Trent, como los lectores de Sutter Cane, comienza a vislumbrarla. Y empieza sutilmente, con el protagonista deteniéndose a mirar la paliza que le propina un policía a un indigente. Algo que nunca antes hubiera hecho, y es sólo la punta del iceberg de todo a lo que se enfrentará. Como puede observarse en la citada secuencia, también hay algo de crítica social de trasfondo, haciendo hincapié en que la gente prefiere mirar a otro lado en vez de enfrentarse a lo que lo rodea, para que sus vidas sigan siendo una burbuja.

En la boca del miedo

Probablemente, sea la mejor película lovecraftiana hasta la fecha, junto a Re-Animator (Stuart Gordon, 1985), y con mérito propio, pues no se basa en ninguna obra del autor de Providence. Cualquier lector de Lovecraft verá que todo el film está salpicado de guiños al escritor, en especial en la parte del pueblo, «Hobb’s End«, donde se plasma la estética de forma bastante lograda. Incluso su título, en España mal traducido como ocurre muy a menudo, hace alusión a la obra En las Montañas de la Locura. La propia historia, está estructurada como la mayoría de sus relatos, con personajes que se sumergen lentamente en una odisea atípica que les supera y que va a más, hasta desvelar una aterradora verdad que pone en peligro su cordura. Por último, el propio Sutter Cane parece ser una versión contemporánea de Lovecraft, aunque se le compare con Stephen King debido a que es más acorde con la época, y de paso sirva para criticar el feroz mundo literario de hoy en día.

La película es discreta tanto a nivel de efectos como de presupuesto, confirmando que no importa para nada cuando una interesante historia está bien contada y apoyada por unos personajes bien definidos. Y Carpenter, salvo algún que otro traspiés en su filmografía, ha demostrado ser muy eficiente a la hora de aprovechar lo que tiene, por poco que sea. Así pues, nos encontramos ante una elaborada trama de terror psicológico y locura, que incluso cuenta con buenas dosis de metaficción a distintos niveles, pasajes oníricos y realidades paralelas, fabricada por el guionista Michael De Luca, también productor ejecutivo del film.

En la boca del miedo

Los puntos fuertes de En la Boca del Miedo, son su original historia, su irónico final y el trío protagonista, en especial Sam Neill, en un interesante papel que confirma su talento para retratar a personajes que van siendo consumidos por la locura, como ya demostró en el film de Andrzej Zulawski, La Posesión (Possession, 1981). En cuanto a su banda sonora, compuesta por John Carpenter en colaboración con Jim Lang (Body Bags, 1993) ayuda a crear la atmósfera de la oprimente historia, y en ella destaca el tema principal, como en la mayoría de films del autor. La fotografía de Gary B. Kibbe (They Live, 1988) es menos elaborada que en otras películas de Carpenter, como Vampiros (Vampire$, 1998), pero recrea notablemente el universo lovecraftiano y está bien empleada en las escenas nocturnas, así como en las oscuras, para ayudar a los efectos especiales.

En resumen, En la Boca del Miedo es una pequeña joya a revisar llena de detalles, que satisfará a los amantes del terror sin convencionalismos, por su atrapante historia, que en apariencia puede ser sencilla, pero acaba resultando mucho más compleja e interesante de lo que se esperaba, invitándonos a reflexionar sobre lo que ocurriría si nuestra realidad tal y como la percibimos fuera derruida por la auténtica, aquella que está oculta y que no se puede concebir tras siglos de supuesto raciocinio. ¿Enloqueceríamos ante su sola visión? Probable.

Como curiosidad, John Carpenter dirigió un par de capítulos en la serie Masters of Horror, y uno de ellos, titulado Cigarette Burns (El Fin del Mundo en 35mm, en España), es una estupenda revisión de En la Boca del Miedo.

 

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