Hitchcock

Hitchcock: Lo que se escondía tras la silueta en la pared

 

Resulta complicado escribir sobre una película basada en una persona de carne y hueso sin hacer alusiones directas a su vida y obra. La de Alfred Hitchcock me parece tan fascinante que eleva este dilema al máximo exponente. Y más cuando el laureado director pasa del rutinario cameo al repentino protagonismo.

 

De primeras, me gusta de Hitchcock que no es un biopic al uso. El cuasi novel Sacha Gervasi decide abordar la figura del genio británico desde una íntima perspectiva y quizá en su época más complicada, contextualizada en el rodaje de Psicosis (Psycho, 1960), donde el bueno de Hitch se las vio y deseó con la Paramount, que no veía con buenos ojos un proyecto tan arriesgado, temiendo que supusiera un experimento fallido. Los productores preferían algo que siguiera la estela de Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959), que había triunfado en la taquilla norteamericana y llenado las arcas de la Metro-Goldwyn-Meyer. Pero a Hitch esas pretensiones le importaban bien poco e, impresionado por una novela de Robert Bloch basada en un asesino en serie, decidió hacer su propia adaptación fuera como fuese, hasta el punto de llegar a autofinanciarla. Al hacerlo, Hitch puso muchas cosas en juego: su honor, su reputación, sus bienes e incluso a su fiel acompañante Alma Reville, quien suponía para él un verdadero punto de apoyo no solo en lo personal, sino también en lo profesional.

 

Se dice que el cine consiste en sentarse y disfrutar. Es cierto. Pero también lo es que a ciertos filmes se les saca más chicha si uno trae los deberes hechos de casa. Y para sacársela a Hitchcock conviene, al menos, haber visto parte de la filmografía del británico o haber leído algo sobre su particular forma de ser, pensar y actuar (o, mejor dicho, rodar). Solo así se puede llegar a comprender lo severo que era con su trabajo y la continua autocrítica que ejercía sobre él. Su carrera aglutina verdaderas obras maestras del género del suspense, construidas a través de un lenguaje cinematográfico característico y personal, plagado de recursos visuales, en el que el «cómo» primaba ante el «qué» o el «quién». Con Psycho, Hitchcock decidió concentrarse más que nunca en el efecto que la cinta ejercía sobre el público, y hay que reconocerle el esfuerzo de adaptarse al nuevo público americano de por aquel entonces, un respetable que huía de los «besos de película» y quería carnaza de la buena.

 

Hitchcock

 

Así que, basándose en el libro Alfred Hitchcock and the Making of Psycho (Stephen Rebello, 1990),el director se adentra, de forma palpable y acertada, en rasgos de poco conocidos del «maestro del suspense» como, por ejemplo, el de su reprimida sexualidad. La dedicación que Hitch ponía en sus películas solo era comparable a la fascinación que profesaba por las preciosidades que participaban en ellas, hasta el punto de convertir a la mujer rubia en uno de los iconos de su cine. De tal forma, Gervasi nos muestra pinceladas de un Hitchcock fantasioso, pero lastrado por la edad, la gula y la impotencia.

 

Hopkins, del cual no he tenido siquiera la necesidad de hablar hasta ahora, lo hace de fábula. La lástima es que su caracterización como Sir Alfred no termine de convencer. Personalmente, me aleja de su personaje. Aún así, el inolvidable rostro del Dr. Hannibal Lecter logra esta vez una gran conexión con Helen Mirren, quien actúa con veteranía contrastada y eleva el personaje de Alma al nivel del de Hitch.

 

Jessica Biel, Scarlett Johansson y James D'Arcy en Hitchcock

 

Juntos y flanqueados por un sólido guión que juega con el dramatismo y la incertidumbre, logran un resultado notable, pero descafeinado a efectos finales. Y, a pesar de esto, digo notable porque Gervasi levanta la película en su tramo final. La escena en que la que el público visiona la premiere en la gran pantalla es fantástica, una impecable lección de suspense mezclado con ironía de la que Alfie se sentiría orgulloso.

 

Sin embargo, el problema final con el que nos encontramos es que la vida de Hitchcock no es ni la mitad de interesante y entretenida que sus películas. El acercamiento a su universo resulta curioso, pero no tiene la gracia de sus historias, el carisma de sus protagonistas, ni la tensión que mantenía con sus espías y asesinos. Sacha, para la próxima tira de mcguffin.

 

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