Kick-ass 2, con un par

Kick-ass 2, con un par: Mismos ingredientes, peor plato

 

En el campo baldío que supone en la actualidad la originalidad cinematográfica la esperanza se cierne sobre el cine de superhéroes. Cada vez son más y mejores las producciones que abordan la defensa de la Tierra ante las diferentes amenazas. A medida que la complejidad narrativa crece y los efectos especiales mejoran, hacerse un hueco y desmarcarse de la oferta imperante se hace difícil. Por ello, producciones como Kick-Ass (Matthew Vaughn, 2010) jugaron muy bien sus bazas, haciendo de sus defectos su mayores virtudes.

 

En aquella se relataba la historia de un joven que decidía luchar contra el crimen por su cuenta y riesgo al modo de Batman sin tener el dinero, la capacidad atlética o la crudeza de éste. Por el camino se encontraba con un padre y una niña duchos en la lucha a los que tomaba como referente. Ese filme resultó una sorpresa por lo innovador y divertido de su propuesta, tomándose en serio la violencia y las necesidades cruentas de este tipo de historias sin almibarar la ecuación para hacerlo fácil y sencillo. Se añadía, además, el descubrimiento de dos intérpretes en ciernes y el rescate de una vieja estrella un tanto perdida. Todo ello de la mano de un director que ha aprendido lo mejor de Guy Ritchie y que tiene la personalidad necesaria para hacer su cine particular.

 

Kick-ass 2, con un par

 

3 años más tarde y con la urgencia de sacar dinero con producciones pequeñitas se nos presenta la secuela de aquel buen título. En esta Kick-ass 2 ya no está Nicholas Cage para sorprendernos (como es lógico) pero sí está Jim Carrey, con el que se entiende que los productores han intentado repetir la fórmula y quitar el polvo a un viejo conocido. Ese es un ejemplo, pero hay muchos más, de por qué está más que claro que nadie se ha molestado en dar al largometraje una identidad propia y lo único que han logrado es hacer una prolongación de metraje sin ahondar en nuevos horizontes.

 

Las herramientas estaban al alcance de los responsables y, siendo sinceros, no todas ellas se ven desaprovechadas. Las escenas de acción están bien rodadas (habida cuenta del presupuesto) y algunos de los gags cumplen su objetivo a la perfección. Una vez más el problema viene de las expectativas. La original dejaba un sabor de boca supremo, con imágenes e ideas que podrían recordarse en el imaginario colectivo, como la muerte de Mark Strong a causa de un disparo de bazuca.

 

Kick-ass 2, con un par

 

La secuela se queda en terreno de nadie, disfrutable como película independiente y comedia para un sábado por la tarde. Pero no sería ilógico que los acérrimos de la primera parte encontrasen aquí más de una pega con la que criticar la cinta. El papel de Jim Carrey es divertido y él mismo está comedido pero tiene una aparición insustancial, Aaron Taylor-Johnson ha crecido como actor pero también físicamente lo que hace que su musculatura desentone con su personaje, el protagonismo no está claro entre tanta división en el reparto de peso dramático y su director, Jeff Wadlow, parece más preocupado por ofrecer estilismo visual que una narración innovadora. Quien sí está dentro de lo que se espera de él es Christopher Mintz-Plasse recuperando aquí el personaje de adolescente millonario tan caprichoso como cabrón al que se le puede reprochar estar pasado de rosca en algunos momentos pero también defender por culpa de un guión flojo.

 

Kick-ass 2 ofrece muchas cosas buenas como entretenimiento puro y duro. Como secuela de una película humilde pero exitosa hace bueno el dicho de “segundas partes nunca fueron buenas”.

 

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