La Conspiración

La Conspiración: Clamor por la Justicia

Robert Redford, hombre combativo donde los haya, no deja escapar la oportunidad para meter el dedo en la llaga y criticar con contundencia las injusticias y manipulaciones perpetradas por su país a lo largo del tiempo y defender su postura política. Lo hace además con total impunidad gracias a su respetada posición dentro de la industria. Otro en su lugar habría cavado una tumba a su carrera hace mucho tiempo.

 

Y en La Conspiración lo hace, encima, con elegancia. No señala directamente como en Leones por corderos (su anterior película tras las cámaras), sino que se viste con el manto de la historia para acusar a los dirigentes del presente. La película narra el juicio (por llamarlo de alguna forma) contra los responsables del asesinato del presidente Lincoln. Un juicio en apariencia, puesto que desde el primer momento queda en evidencia la contrariedad de un proceso injusto que dice defender la justicia y que ajusticia a los malvados sin darles opción a un juicio justo. Así, la justicia, al igual que en estas líneas, se convierte en un término manido y desprovisto de su sentido más profundo acercándose a otro más temible… la venganza.

 

La Conspiración

 

 

Las muertes de Bin Laden o Gaddafi sin juicio previo son dos claros ejemplos que ponen de extrema actualidad esta película que en EEUU se estrenó en noviembre de 2010. No solo eso. La sombra de Guatánamo se hace alargada y no son pocos los momentos en los que nos viene a la cabeza. Utilizando un hecho histórico, Redford pone ante el espejo las atrocidades de los gobiernos democráticos y clama por la verdadera justicia.

 

Fiel al clasicismo que define su estilo como cineasta, Redford construye un relato que se antoja frío en exceso. No es hasta casi llegar al tercer acto cuando percibimos cierta pasión en un discurso que la necesita: por el momento socio-político que estamos viviendo y por la propia salud de la película, que no logra que empaticemos con Frederick Aiken a pesar del esfuerzo que le pone James McAvoy a su interpretación.

 

 

La Conspiración

 

 

La Conspiración aporta muchos datos sobre el hecho histórico en sí (no extraña el sello de la American Film Company entre sus créditos), pero le falta emoción. Como a muchos políticos, a Redford (y al guión de James D. Solomon) se le puede reprochar que nos intenta vender palabras vacías. Culpa de ello la tiene lo estirado de su metraje. Aún cuando esto suena cada vez más a tópico, no cabe la menor duda de que podría haber contado lo mismo (y con más intensidad) en menos tiempo. Las incursiones de Alexis Bledel y Justin Long (por poner un ejemplo) son prescindibles por completo.

 

Para el público actual la narración de La Conspiración quizás sea demasiado formal, pero esto le da un aire de atemporalidad (a pesar de contar una historia pasada) que la ayuda a establecer esos nexos con la actualidad y le da fuerza a su necesario discurso.

 

 

 

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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