Lejos del mundanal ruido

Lejos del mundanal ruido: Amor en la campiña


Es una costumbre típica entre los cinéfilos esperar con ganas películas de directores que han hecho las películas que se dan cita en todos los ranking de lo mejor de cada año. Tal es el caso de Thomas Vinterberg con su última producción, Lejos del mundanal ruido. Aunque tras La caza ha realizado The Commune, la última, perpetrada gracias a grandes productoras y con un elenco actoral internacional, es normal que el resultado fuera a ser revisado con lupa. El danés se encarga de la adaptación de la homónima novela su tocayo el escritor inglés Thomas Hardy, libro con el que alcanzó el éxito.

 

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La historia –que ya se llevó al celuloide en 1967 de la mano de John Schlesinger y con Julie Christie como principal– sigue a Bathsheba Everdene (Carey Mulligan), una joven fuera de lo común dentro de los márgenes establecidos en la Inglaterra del Siglo XIX. Fuerte y con y con carácter muy independiente, se encarga de una granja que ha heredado. Por su finca y por su vida aparecerán varios hombres: Gabriel (Matthias Schoenaerts), un pastor de ovejas, William Boldwood (Michael Sheen) un maduro solterio de oro y Frank, un atractivo y joven sargento.

 

El argumento se muestra como una defensa a la libertad de la mujer en la restringida época victoriana. La pluma de Hardy recogió detalladamente la situación social de la época, que desgraciadamente, dada la limitación temporal en el celuloide, se ha acortado y algunas subtramas se quedan fuera para centrarse en la historia de la joven. El que fuera uno de los discípulos del Dogma recoge aquí las sensaciones que Hardy relató, siendo fiel a los estándares decimonónicos y respetando la reclamación feminista que se asomaba de su obra.

 

El realizador ha escogido la forma clásica para contar una historia clásica. Con un aire bucólico y campestre que el filme requiere, no se deshace de las formas tradicionales para narrar una historia de época, muy al gusto de un público muy numeroso; la fotografía, de gran calidad y belleza, da la calidad visual que al texto le falta.

 

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De primeras, Carey Mulligan parecería no ser la mejor opción para convertirse en la protagonista. Su estilo cándido difiere de la mujer con carácter que se vislumbra en la autosuficiente dama que dibujó Hardy. Sus facciones aniñadas concuerdan con el lirismo de la cinta pero no con la garra reivindicativa de su personaje, lo que no mengua el trabajo de la actriz. La actriz de Drive demuestra que está a la altura y enseña un lado más pícaro. Schoenaerts no se queda atrás. Visto como nazi en Suite francesa, ahora es creíble siendo un reservado ovejero en pleno campo inglés. Tom Sturridge se defiende en rol de joven militar al igual que hace Michael Sheen como caballero británico al uso, y ambos secundarios, al igual que el actor belga, se mantienen en su segundo plano para que la figura de Bathsheba sobresalga.

 

Buenas formas, pero palabras parcas. Con riesgo de caer en el folletín, de lo que se ha librado de milagro, el guion llevado a cabo por David Nicholls decae; en su empeño en centrarse en la mujer, se desprende de la dosis de pasión y garra requeridos, y que Mulligan y Schoenaerts ni siquiera salvan pese a tener tantos instantes de tensión sexual en pantalla. Vinterberg se aburguesa con sus formas en plena campiña. La fuerza narrativa de La caza  tornan aquí a un argumento plano que evoluciona dentro de la obviedad y se deja llevar por un –torpe– guion que acorta la novela original. Aun así, el resultado aprueba y puede ser más que aceptado.

Acerca de María Aller

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Madrileña. Comunicadora. Periodista. Sagitaria. Bonne Vivante. Cine. Y festivales, series, libros, cocina, deporte... recomiéndame!

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