Los Becarios

Los Becarios: Google, el trabajo soñado

La industria del cine mundial, como es sabido, anda escasa de ideas pero también de solvencia monetaria. Las cifras de recaudación siguen pareciendo espectaculares pero por la sencilla razón de que los precios de las entradas están cerca de la estratosfera y no son muchos los títulos que puedan disfrutar de una larga vida mercantil. Por eso es necesario encontrar nuevas vías de financiación. Si hace años la polémica estaba servida por el uso del product placement (enseñar un producto en cámara) y sus variantes más salvajes como un añadido que reportase un ingreso extra por nimio que fuese, parece haberse olvidado con el paso del tiempo y ahora nos encontramos con el branded content.

 

¿Y qué significa este término tan bonito? La mejor explicación posible es esta comedia en la que dos cuarentones anclados en las ventas tradicionales pierden su trabajo y, obligados por las circunstancias, hacen suyo el viejo dicho de ‘renovarse o morir’. Dadas las escasas opciones laborales y su marcado carácter americano, no se conforman con un puesto para el que se encuentran de sobra preparados, su preferencia es ser alguien en la vida y qué mejor sitio que el buscador número uno mundial para serlo. Una vez allí las gracias que abusan de las divergencias entre generaciones son un mero subterfugio de la realidad del filme: vender la marca Google sin ningún miramiento legal, ético o narrativo.

 

Owen Wilson y Vince Vaughn en Los Becarios

 

Desde el mismo momento en el que Vaughn tiene la maravillosa ocurrencia de aplicar para trabajar como becario en la empresa de Sillicon Valley, pocos son los planos de la película en los que las referencias no estén presentes. Empezando por los colores corporativos, tan bonitos y alegres ellos, que en su combinación resultan deliciosos de ver y que no pueden ser desaprovechados ni en el cartel promocional. Siguiendo con la localización del filme, en las propias oficinas centrales donde la magia tiene lugar y todos los trabajadores viven el sueño de sus vidas. Y terminando con el uso del nombre de la empresa en boca de todos los personajes posibles, seguido de alabanzas sublimes, como era de esperar. Nadie pone en duda la capacidad de Google para mejorar las vidas de los humanos y su impresionante poder de seducción, bien apuntalado por la tecnología cada vez más impactante que las mentes más brillantes del mundo perfeccionan en sus entrañas. Lo que sí debe ser puesto en duda es la ética de modelar como comedia un panfleto comercial directo al subconsciente, inconsciente y al consciente que se ponga por delante.

 

Pero cambiando de tercio, la película adolece de la necesaria estabilidad argumental para no desmoronarse, lo cual, inevitablemente, apuntala la idea de producto comercial más que cualquier otra cosa. Para empezar, la pereza creativa de los guionistas (el propio Vaughn y Jared Stern) que lejos de trabajar en la aparición de las musas con una excusa narrativa indestructible, apelan a la sensiblería que tan estudiada tienen los americanos para hacer creer que dos ineptos informáticos se cuelen en el sistema por su labia y palabrería. Pero es que tampoco parece ser mucha la preocupación para llevar al público geek su identificación con pruebas o alusiones documentadas con las que montar el gag. Chistes que por otro lado son bastante comunes, aunque algunos de ellos estén bien solucionados y no sea difícil reír si uno se permite disfrutar con la amabilidad de la película.

 

Owen Wilson y Vince Vaughn en Google

 

Además del patrocinador del largometraje, el otro activo con el que cuenta para venderse es la pareja protagonista. Vince Vaughn y Owen Wilson han creado comanda y la amistad entre ambos es visible en todo momento, tanto que en la inevitable disociación que permita al protagonista volver triunfante no hay discusión por ninguna parte. El motivo por el que el autor del libreto resulta tan encantador al público estadounidense es desconocido en tierras ibéricas. Cree poseer un don para la comedia inexistente pero bien afianzado por su pandilla (Ben Stiller, el propio Wilson, Will Ferrell… la némesis de los Sandler y cía). El caso de Wilson es más circunstancial, pues aunque en esta película no se esfuerce más que en mostrar su lánguida sonrisa de cuando en cuando, sí ha demostrado ser un ingenioso guionista y buen intérprete cuando le dirige alguien con talento.

 

Si algún uso tiene esta comedia simplona es alertar sobre lo obvio: el día en que Google domine el mundo ha llegado.

 

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