Men in Black 3

Men in Black 3: El vehículo de Will Smith

Quince años han pasado desde que Barry Sonnenfeld (Wild, Wild West, 1999) dirigiese lo que hasta el día de hoy podría considerarse su «obra maestra», Men In Black (1997).

 

En aquella primera incursión en el mundo de los agentes secretos que protegen a la Tierra de las invasiones alienígenas todo era frescura. Una historia bien montada con el punto de partida en un cómic donde la ciencia ficción, la acción y la comedia se daban la mano y sus dedos entrelazaban perfectamente. La impensable pareja formada por Will Smith y Tommy Lee Jones fue una grata sorpresa que le imprimió una familiaridad a la cinta que quizá no hubiese tenido con otros protagonistas. Todo ello combinado con la peculiar (no siempre original) manera de contar las cosas de Sonnenfeld hicieron que la película fuese un gran éxito de taquilla y que Smith se consagrase como la estrella que ahora mismo es.

 

Cinco años más tarde decidieron que sería una gran idea repetir el éxito con una secuela en la que el argumento importara entre nada y menos y poder explotar el invento un poco más. Desde el punto de vista económico Spielberg (productor) quedó contento, pero todos aquellos fanáticos de la primigenia han olvidado por completo ese esperpento de sus memorias.

 

Men in Black 3

 

No contentos con esto, diez años más tarde nos llega una nueva (y esperemos que última) parte de la saga. Aunque el argumento sea lo de menos en cuanto a expectativas se refiere, cabía la esperanza de que al encontrarse tras el libreto un peso pesado como es David Koepp al lado de un cachondo mental con saber hacer como Etan Cohen la cosa tendría un par de pies y una buena cabeza. Y no es que no la tenga, los viajes en el tiempo en el mundo de los Hombres de Negro tienen todo el sentido; pero al tener que hacerlo para todos los públicos, las explicaciones de las relaciones espacio-temporales son de jardín de infancia y no hace si no recalcar la idea de que se trata más de una excusa para quitarse de en medio a Jones que explotar una trama que podría haber dado mucho de sí.

 

Pues a fin de cuentas de eso se trata. Si tienes a Will Smith en tu reparto él debe ser el protagonista, sostener el peso de los acontecimientos y lucirse como sólo él sabe. Y lo consigue, porque, pese a su desafortunado incidente con la prensa, su carisma es arrollador y lo demuestra durante todo el metraje. Cuando se dedica a este tipo de menesteres (léase, blockbusters revientataquillas) tiene preparadas cinco muecas con las que meterse al público en el bolsillo y, sabedor del éxito que le reportan, no las cambia. Otro gallo canta cuando se pone serio y quiere demostrar lo buen actor que puede llegar a ser.

 

Men in Black 3

 

De Jones, sin embargo, no hay mucho que decir. Se limita a aparecer quince minutos, firmar y marcharse. Muchas serán las razones para que la sempiterna tristeza de su rostro no dé para más, pero lo cierto es que cuando el príncipe y él comparten plano sus facciones parecen haberse derretido al lado de la eterna juventud de su partenaire. Josh Brolin, el nuevo fichaje, está correcto pero hay que felicitar debidamente y a partes iguales a equipos de casting y maquillaje. El parecido con Jones es impresionante, el protagonista de No es país para viejos (Joel Coen, 2007) ha debido sentir miedo al ver cómo será dentro de 20 años.

 

El resto del reparto se nutre de estrellas televisivas y viejas caras conocidas. Emma Thompson se hace cargo de los mandos de la agencia, Jermaine Clement (del genial dúo cómico Flight Of the Conchords) interpreta al villano, el genial Michael Stuhlbarg (nominado al óscar por Un tipo serio [Joel Coen, 2009]) tiene un papel corto pero tierno y Bill Hader (del mítico Saturday Night Live) aparece en un cameo que es lo más divertido de toda la función y en el que de nuevo se hace necesario aplaudir al equipo de caracterización.

 

Men in Black 3

 

Entiendo las razones por las que al estrenarse un taquillazo en estos tiempos que corren, y más si se trata de ciencia ficción, sean en 3D la mayoría de las copias, pero quizá haya llegado el momento de que las productoras se planteen si realmente es necesario gastarse más de 300 millones de dólares con una tecnología que no aporta nada, incomoda y encarece el precio de la entrada.

 

Así pues, esta tercera entrega eleva considerablemente el nivel de la saga que la segunda dejó por los suelos pero deja claro que la gracia del asunto acabó con el final de la primera.

 

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