Two Lovers: Cine en tres dimensiones, de verdad

TitularJames Gray está jugando en un terreno difícil y lo sabe, dos años sin poder estrenar su película se lo han demostrado. Sin embargo se mantiene con fuerza y ahínco en un cine que no sólo es difícil de hacer, sino también de consumir. Se ha mostrado como un abanderado más de esos contadores de historias dispuestos a que su público se identifique con unos relatos que pegan fuerte en el estómago. El problema de mandar un mensaje tan real es que si en algún punto te sales del tiesto, el resultado puede parecer de opereta y frenar la fuerza del resto de la historia.

Es curioso el caso de Two Lovers, planteada como una comedia romántica desde su estructura más clásica pero con un toque amargo que hacen pensar en Lost in Traslation, aunque en su vertiente más depresiva. No falta el humor, pero tiene un tonto tan oscuro que la risa no va más allá de una leve sonrisa que nos aligera del verdadero drama que estamos viendo. Sin embargo, con todo el patetismo en el que se mueven los personajes, no podemos evitar vernos reflejados en alguno de ellos. Lo que tenemos es una historia de un cuarteto amoroso donde se representan, en cada uno de los personajes, las vivencias de la mayoría de las personas. Es cierto que todas ellas, por eso del lenguaje cinematográfico, están llevadas a sus extremos, pero existe una sensación en el ambiente que nos hace pensar que esos personajes realmente existen y que, si bien condensado en casi dos horas de metraje resulta desbordante, más de uno hemos conocido algunas de esas situaciones. En el fondo Gray no nos habla de otra cosa sino el amor no correspondido y el capricho sexual que nos engaña y nos hace pensar que estamos enamorados. Es ahí donde radica el sentido del título que, al llamarse Two Lovers pero tratar cuatro personajes, resulta confuso. Esos dos amantes son, en realidad, los estereotipos del que ama sin ser correspondido y el amado que no responde al sentimiento. Después, todo es repetición y revuelo.

TitularNo obstante, pese a que esa exageración juegue un papel narrativo, llega un momento en que resulta caricaturesca. Si bien todos los personajes tienen problemas reales, la concentración de todos ellos y la forma en que sus taras personales les hacen moverse en el escenario pasa del hiperrealismo al absurdo en una trama que no acaba de involucrarse totalmente con su discurso. Pero no es que los actores o el director no lo intenten. En ese sentido poco hay que reprochar al elenco de artistas- que en esta película lo son-. Quizá la culpa no sea del trabajo que se pone en el film, sino la propia realidad que intenta ponernos ante los ojos. El reflejo de nosotros mismos en un apartado deprimente que en algunos casos roza la absurdez no es un plato que entre fácil. Pero el mismo problema de la película es su razón de ser, y es ese riesgo tomado por actores y director, esa vuelta de tuerca a la comedia romántica. Como espectadores agradecemos la novedad en nuestras pantallas, pero eso no significa que siempre nos vaya a calar.

Después de todo eso está Joaquin Phoenix. El grandullón que hace años prometía en Gladiator se ha afianzado del todo -si es que no lo había hecho antes- con Two Lovers. No es que sea natural, no es que sea creíble, es que Joaquin Phoenix es Leonard, un tipo de Nueva York que acaba de volver a casa y ha intentado suicidarse dos veces. No es que haya que quitarle mérito ni mirar en la manga para encontrar la trampa, pero es cierto que la compañía que recibe en esta película le dan una fuerza que convierten a los personajes en personas de carne y hueso y hacen que, cuando sales del cine, no puedas pensar en esos personajes con otras caras, como ocurre con un amigo de toda la vida. Gwyneth Paltrow jugaba con la ventaja de que el director pensaba en ella al escribir el guión, pero la forma en que ha sabido desenvolverse en el papel y darle vida propia están por encima de la simple actuación. Quienes completan el cuarteto son Vinessa Shaw y Elias Koteas que, si bien juegan unos papeles secundarios se valen de sus mejores armas para elevar a sus personajes para no sólo no dejar cojos a los actores principales sino elevar los suyos propios hasta convertirlos en piezas imprescindibles para la historia.

James Gray es un amante del cine clásico, pero es un vanguardista. Por desgracia, la vanguardia narrativa, que aún no queda claro en qué dimensión se encuentra, necesita luchar con fuerza contra las tres dimensiones.

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