Un hombre soltero: De la pasarela a la platea


El debut de Tom Ford tras las cámaras deja bien claro que no está en terreno ajeno. Pese a que su vida profesional ha estado ligada al mundo de la moda, su primera película es un derroche visual sin límites, pero en ningún momento exagerado.

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Basada en la novela de Christopher Isherwood, A Single Man, trata la historia de George, un profesor inglés de universidad que da clase en Los Ángeles en los años 60. Esta obra tuvo mucha repercusión en el momento de su lanzamiento (1964) debido a que el protagonista es un hombre homosexual, algo no asentado todavía en la sociedad.

La historia como tal no es un alarde de pura imaginación, pero sí que lo es el tratamiento visual, la belleza de la mayoría de las imágenes hace que no sea posible apartarnos de la pantalla ni un momento. La primera escena ya nos muestra el virtuosismo de Eduard Grau a cargo de la fotografía, el contraste de los trajes oscuros, pulcros con la blancura de la nieve y la sangre, es un signo inequívoco de que esta película tiene algo especial. La puesta en escena es del todo ordenada, como la vida del protagonista antes de que se nos presente, con una casa perfecta, elegantemente diseñada, un vestuario impecable (en el que sin duda alguna ha metido mucha mano Tom Ford, si no el brazo entero). La recreación de Los Ángeles de los 60 con esas casas de las afueras con familias perfectas habitándolas, coches lujosos, y la preocupación tangible por la crisis de los misiles como telón de fondo está a la altura.

Pero es que además, la película cuenta con un reparto magnífico, desde Matthew Goode (Match point, 2005) que no está todo el tiempo que debe en pantalla, hasta Julianne Moore, un acierto en cualquier trabajo que se le adjudique.

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Pero hay que citar con mayúsculas a Colin Firth, un actor que puede parecer que esté encasillado en papeles austeros o en películas de época, pero que aquí tiene su Everest. Parece que el papel esté escrito para él, que realmente es su vida, que acudía al set de rodaje vestido así de casa. Borda al profesor devastado pero a la vez comedido, sin rumbo pero actuando con claridad. Incluso hace cómicas algunas situaciones como una serie de intentos fallidos. De hecho, el actor estuvo nominado tanto al globo de oro como al Oscar por este trabajo y se alzó con la Copa Volpi en el último festival de Venecia.

Así pues, hablamos de una película en apariencia menor pero que es uno de los mejores filmes del año que mereció más reconocimiento del que ha tenido.

No sabría decir muy porqué pero la película me ha recordado en diferentes momentos a Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999), otra gran joya del cine alejado de los grandes estudios, en caso de necesidad de referencia.

Como última apreciación, mientras veía la película no paraba de pensar que de poder llevarse a cabo finalmente un nuevo filme de James Bond, Tom Ford sería un director más que adecuado para rodarlo.

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