Un plan perfecto (Gambit)

Un plan perfecto (Gambit): Comedia anodina

Colin Firth, Alan Rickman, Ethan y Joel Coen, Michael Hoffman… ilustres nombres alrededor de esta comedia sobre robos pictóricos que no termina de cuajar. Un plan perfecto es una propuesta anodina, con muy poco que ofrecer salvo a los incondicionales de alguno de los implicados.

 

Esta adaptación de Ladrona por amor (Ronald Neame, 1966) parece escrita con desgana, sin ningún tipo de ambición o esfuerzo. Y eso se traslada al trabajo de su director, Michael Hoffman, que no logra encontrar el tono adecuado para una comedia a ratos alocada, a ratos interminable. Tiene algunos momentos muy divertidos, como la odisea de Firth en el Hotel Savoy, pero son los menos. En ocasiones incluso (incluyendo el ya mencionado) el chiste se pierde por absurdos y puntuales cambios de código en el humor. Esa maldita costumbre de estirar y rematar gracias casi nunca funciona.

 

Un plan perfecto (Gambit)

 

El punto más interesante (a nivel de comedia) radica en el enfrentamiento sociocultural que se produce entre sus protagonistas: Cameron Díaz (Texas) y los «londinenses» Colin Firth y Alan Rickman. Un aspecto que se aprecia en toda su plenitud en la versión original (obvio).

 

Y mientras que Cameron Díaz cada día resulta más cansina, Colin Firth es de lo más simpático en un papel de pobre diablo que intenta mantener un porte circunspecto (prototipo muy identificable en la filmografía de los Coen). Rickman por su parte, disfruta como un niño como el malo malísimo de la historia, rufián y desvergonzado que se gana a pulso ser la víctima del plan que trama nuestro desdichado protagonista. El mejor, como siempre, Stanley Tucci.

 

Un plan perfecto es una película más bien sosa, con un ritmo y unos esquemas clásicos, que intentan imitar a las comedias de los últimos años del viejo Hollywood, pero dando algún que otro guiño al espectador actual. Michael Hoffman tampoco se esmera demasiado en la dirección y la personalidad de los guionistas se hace muy presente en algunos personajes. Por ende, la película no llega a encontrar una identidad propia y deja aflorar mucho más sus defectos que sus virtudes. Que 89 minutos se hagan largos no es buena señal. Olvidable tras un visionado sin muchos sobresaltos.

 

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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