Poster de Una historia real

Una historia real: Entrevista con el convicto

James Franco y Jonah Hill ya coincidieron un la gamberra Juerga hasta el fin. Ahora a estos dos amigos les toca reproducir un caso real y meterse en parámetros más serios de la interpretación. Los dos actores coinciden en Una historia real, que como bien reza su título, saca a la luz un hecho de hace catorce años.

 

True Story sigue el esquema de entrevista que tantas veces se ha visto en el celuloide: el entrevistador va desenmascarando ante el público a su entrevistado a medida que el metraje pasa. Periodistas ha habido muchos, y el que se mete en la piel de informador curioso es Hill, y en la de uno de verdad. El ya actor secundario de lujo es aquí el periodista Michael Finkel. Tras ser desacreditado –y despedido– en el New York Times por inventarse datos en un importante reportaje, conoce a Christian Longo (Franco), un condenado por el asesinato de su familia que ha tomado la identidad del redactor antes de ser detenido en un viaje.

 

Jonah Hill en Una historia real

 

Igual que Emmanuel Carrère hizo una descripción impasible sobre Jean Claude Romand en El adversario, que luego dio lugar a la homónima francesa y en España a La vida de nadie, Rupert Goold pone a Jonah Hill como un actual Truman Capote en busca de una suculenta historia que merezca ser leída; y sin darse cuenta se encuentra inmerso en el juego del pilla pilla ante Longo. Ambas personalidades son muy diferentes pero también muy similares: distantes, gélidas, mirando cada uno hacia sus intereses. Finkel ve en ese hombre una manera de redimir su destierro del periódico mientras que Longo da rienda suelta a su calculadora y meticulosa mente. Sin embargo, el reportero llega a dudar ante el testimonio del reo y puede caer en sus redes. En esa línea roja camina durante toda la película Hill, y sale bien parado dentro de ese juego de equilibrio. ¿Es culpable? ¿Inocente?

 

La historia va más allá de un telefilme pero es una cinta pequeña. Ha fallado el guion, no los actores, mucho menos Jonah Hill. Franco se desenvuelve bien pese al exceso de miradas y poses con las que juega para dar forma a la turbiedad de su personaje. Ambos son versátiles y se han movido bien tanto en comedia (El lobo de Wall Street o Superfumados) o drama (Moneyball o Me llamo Harvey Milk). Lo mismo aquí, son ambos los que sostienen la historia. Una correcta Felicity Jones (La teoría del todo) hace de pareja del reportero, aunque su rol no tenga demasiado detalle.

 

James Franco en Una historia real

 

El problema grave es el texto. Queriendo hacer un juego de incertidumbre, exagerado por culpa de la música, el guion camina solvente en algunos momentos y en otros patina y se limita a que la trama siga, sin añadir el suspense o desconcierto necesario para esos potentes vis a vis.

 

El filme, en el que se encuentra Brad Pitt como productor, se centra en las conversaciones para sacar afuera la personalidad de ambos hombres; la trama se basa en as conversaciones y a base de charlas es difícil mantener la emoción. Posee las formas de un telefilme. El título original y el español lo advertían, pero crece por las buenas actuaciones y la producción. Tan blanca, tan azul, tan fría y distante que disecciona el crimen ante la cámara. Al menos mantiene el interés sobre esa relación.

Acerca de María Aller

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Madrileña. Comunicadora. Periodista. Sagitaria. Bonne Vivante. Cine. Y festivales, series, libros, cocina, deporte... recomiéndame!

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