Una noche para sobrevivir

Una noche para sobrevivir: Vendetta para la eternidad

Poco sorprende ya la reconversión de Liam Neeson en estrella del cine de acción. Y poco más se puede decir que aporte algo nuevo. Se ha consolidado entrado ya en la segunda etapa de su carrera cinematográfica. Ha establecido un género en sí mismo con su robusta percha y la deambulación entre los héroes y los antihéroes.

 

La horquilla de tiempo que manejan las productoras para cada nuevo entretenimiento del intérprete empieza a resultar escasa. Hace pocos meses llegó la tercera entrega de la saga que le aupó a la fama guerrera y aparece ahora esta nueva colaboración con el director español Jaume Collet-Serra. ¿Qué diferencias existen entre una y otra? Es más, ¿entre cualquiera de sus películas desde que estrenara la primera Venganza (Pierre Morel, 2008)? Pocas, por no decir ninguna.

 

Ed Harris y Liam Neeson en Una noche para sobrevivir

Ed Harris y Liam Neeson en Una noche para sobrevivir

 

El comienzo de esta noche en la que mantenerse vivo es el que todo el mundo puede imaginar, un flash forward que adelanta el final de la película sin mucho acierto y una voz en off quejumbrosa que se lastima sobre los errores cometidos en la vida. Jimmy Conlon, que así se llama el personaje, poco se diferencia del protagonista de Caminando entre las tumbas: problemas con el alcohol y hechos oscuros en su pasado que le han llevado a encontrarse en una situación débil.

 

El citado Collet-Serra intenta dejar su impronta en un producto diseñado para satisfacer al público palomitero en los momentos en los que la atención podría desvanecerse. Los zoom-in de los planos generales situando la acción en distintos puntos de una poco aprovechada Nueva York son lo más destacado del trabajo del realizador, que define con oficio las secuencias de acción y le imprime un ritmo incansable a sus actores ayudado de una banda sonora en constante crescendo. El buen hacer del director catalán afincado en Estados Unidos crece con cada nuevo título y es probable que, si consigue una oportunidad de sacar su personalidad, llegue a ser una referencia estilística en un futuro no muy lejano.

 

Liam Neeson y Joel Kinnaman en Una noche para sobrevivir

Liam Neeson y Joel Kinnaman en Una noche para sobrevivir

 

Siguiendo la estela de las grandes referencias de acción de los años ’80 y ’90, Una noche para sobrevivir no deja escapar un segundo de metraje sin que el término trepidante sea una realidad en la sala. Si en Non-Stop se jugaba al cluedo con los pasajeros para trazar una divertida intriga, los espacios abiertos que ofrece la capital mundial para perseguir y ser perseguidos es el epicentro del espectáculo. Pese a que ciertas secuencias elevan al máximo la tensión, se echa en falta la originalidad de dar con imágenes icónicas por las que recordar el film.

 

Otra de las distinciones que caracterizan esta oda a la acción sin artificios es lo granado de su reparto. La mayoría de los títulos marca Neeson presentan inclinación a mostrar el rostro del actor irlandés en casi todo momento; Collet-Serra le ha restado peso a su protagonista para repartirlo entre Ed Harris interpretando un papel que conoce sin leerse el guión, Joel Kinnaman buscando un hueco tras su sobrio Robocop y la escasa aparición de Common dando vida a un asesino que podría haber dado que hablar de haber tenido más presencia.

 

Un producto notable, como viene ocurriendo con cada pistola empuñada por Liam Neeson, que sin embargo despierta las ganas de ver al intérprete que dio vida a Oscar Schindler volviendo a dar el máximo de sí y saciar de una vez por todas (o al menos durante un tiempo) su sed de venganza paternal.

 

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