Z, la ciudad perdida

Z, la ciudad perdida: Renovando la épica clásica

La historia del ambicioso proyecto del explorador Percy Fawcett de encontrar una civilización perdida en el amazonas, es la premisa de la nueva película del director James Gray, cineasta americano conocido por sus formas clásicas que, a la vez, rebosan una personalidad palpable en cada plano. Esta nueva propuesta es, evidentemente, la más ambiciosa de su carrera, debido al amplio despliegue de medios, figurantes y documentación que requiere; además de ser una película que necesita un elevado coste de producción para que el relato no pierda un ápice de épica y autenticidad.

 

Charlie Hunnam

 

Ante todo decir que Z, la ciudad perdida es una película que se toma su tiempo, James Gray no quiere poner de golpe todas las cartas sobre la mesa y que veamos a su protagonista en la selva desde el minuto uno. Durante la primera hora desarrolla a sus personajes, presenta la época y contextualiza la situación de estos estudiosos cuya única obsesión era conocer al milímetro cada rincón del mundo. En montaje paralelo empezamos a ver las primeras escapadas y exploraciones a la selva. Si de por sí tienen mérito estas primeras escenas, rodadas casi siempre con luz natural, muchos actores en escena y espacios antiguos donde ha de ser muy díficil controlar el sonido directo; lo que James Gray consigue en la selva es simplemente asombroso y, es que, se ve que ha explorado cada rincón del lugar de donde está localizando para quedarse con los lugares clave que den a la escena tanto ese intimismo que necesita el drama familiar como la monstruosidad del espacio en el que se encuentran y por el que pueden terminar siendo devorados.

 

Robert Pattinson

 

La tensión que crea James Gray en las escenas amazónicas es sublime, poco a poco la cámara se adentra en el terreno hostil a la vez que el espectador entra en la película, Gray sabe crear tensión explorando las amenazas que tiene la selva y esto también lo hace desde un punto de vista humano: las tribus, de costumbres casi prehistóricas, no entienden quiénes son estos visitantes y el recibimiento es violento. De aquí saca James Gray la primera conclusión ¿es malo lo que están haciendo estos exploradores? ¿de verdad es necesario invadir el espacio personal de otras culturas? Pero parece que el acción reacción no funcionará con los ingleses y no desistirán en su empeño. Todo este factor humano se articula en torno a la relación del protagonista con su hijo y con su mujer y es ahí donde está el auténtico sello James Gray.

 

El trabajo de fotografía es, sencillamente, perfecto, el buen gusto que tiene el director para cada plano de la película asusta. Pese a la epicidad de lo que se narra, no necesita mover la cámara constantemente o hacer ninguna treta de montaje, reencuadra a través de los movimientos de los personajes quienes se entran y salen de plano con una teatralidad impropia del cine de aventuras, pero a la vez facilita la construcción de sus humanidades en su contexto social.

 

Sienna Miller y Charlie Hunnam

 

Lo mejor de la película es el reparto liderado por Charlie Hunamm quién, pese a su gran trabajo, se ve ensombrecido por un descomunal (e irreconocible) Robert Pattison quien hace el personje de su carrera al realizar un sobrehumano esfuerzo de modulación de voz y acento. El, siempre, carismático Tom Holland, sostiene muy bien las escenas en las que aparece y hace buen equipo con Hunamm. Aunque el peso y la carga dramática de la película recaen en Sienna Miller (encarnando a la mujer de Hunamm), quién, pese a no aparecer en gran parte del metraje, siempre está en la mente del espectador; espectador que conoce la realidad y el duelo que ella soporta en la ausencia de su familia. Todo esto le lleva a ser la protagonista del hermoso plano que cierra la película, plano que consolida a la cinta como una de las más grandes del pasado año y la convierten en inolvidable, un clásico moderno a la altura de las grandes obras de David Lean.

Acerca de Alex Manzano

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Cine, arte y tebeos. Amarás el musical sobre todas las cosas. John Cameron Mitchel es mi dios. Si quieres encontrarme, busca en mi habitación. Si no, en cualquier rincón de Madrid.

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