Arrietty y el Mundo de los Diminutos

Arrietty y el Mundo de los Diminutos: Delicatessen

Por fin llega a España el nuevo trabajo del Estudio Ghibli, una adaptación de Los Diminutos con el sello inconfundible de la casa de animación nipona, pero sin la dirección de Hayao Miyazaki, que deja caer ese peso sobre los hombros de Hiromasa Yonebayashi. ¿Pierde puntos la película por su ausencia? Sí y no.

 

Obra de arte visual:

 

A día de hoy en el terreno de la animación 3D nadie le discute el primer puesto a la todopoderosa Pixar. A nivel de las dos dimensiones el Estudio Ghibli mantiene un nivel de cuidado en el acabado de sus producciones que éstas parecen de otro mundo, o de otra época. Los escenarios son tan vistosos que el espectador no puede evitar recrearse en ellos, tal es su nivel de detalle y su estilo que parecen cuadros en movimiento.

 

Arrietty y el mundo de los Diminutos

 

 

Ahora bien, aquí notamos por primera vez la ausencia de Miyazaki. Los diseños, pese a lo caótica que pueda parecer la imagen que acompaña al artículo, son mucho más ordenados de lo que viene siendo habitual en el Estudio Ghibli, renunciando a gran parte de la fantasía que suele rodear a grandes obras como La Princesa Mononoke o Ponyo en el Acantilado. La razón de esto bien puede ser el tratarse esta vez de la adaptación de una novela (como ya ocurriera con Historias de Terramar), pero lo que está claro es que este hecho se para a la película de la norma que suele regir a las producciones de Ghibli, empobreciéndola ligeramente.

 

Cécile Corbel, una delicia auditiva:

 

A veces uno desearía poder elegir qué bandas sonoras compiten cada año en la ceremonia de los Oscar. El trabajo que ha hecho Cécile Corbel con esta película es sencillamente maravilloso, una gozada para nuestros oídos que, personalmente, no puedo dejar de reproducir. Los ritmos celtas y la voz de la cantante casan de una manera casi mágica con la película y le dan un tono que difícilmente se habría logrado con otro tipo de composición más instrumental.

 

Como detalle curioso, la colaboración entre Corbel y Ghibli se remonta a una carta enviada por la cantante  francesa agradeciendo al estudio las maravillosas películas que había compartido con el mundo. La carta iba acompañada de uno de los discos de Corbel, que gustó tanto que significó inmediatamente su colaboración en la película que estaban preparando.

 

 

 

 

Otro tempo:

 

Hiromasa Yonebayashi se lanza por primera vez a dirigir un largometraje después de haber acumulado experiencia como jefe de animación en películas como El Castillo Ambulante o series de animación como Monster (de la que ya hemos hablado por aquí) y en cuanto a ese aspecto nada se le puede echar en cara al director, la animación es meticulosa y detallista como pocas, una verdadera delicia. Pero a la hora de dirigir Yonebayashi no ha acertado con el ritmo de la película, realmente lento en muchas escenas (incluso para lo que nos tiene acostumbrados el cine asiático, proclive a los ritmos pausados) Un pequeño fallo para una, por lo demás, magnífica película.

 

El argumento, por lo demás, nos presenta a un hombre (Sho) recordando un verano de su juventud, cuando no era más que un chico muy enfermo obsesionado con proteger algo y así poder dejar su huella si su enfermedad terminaba siendo más fuerte que él. Yonebayashi trata sin ningún tapujo temas como la ecología o la muerte, pero es que las películas del Estudio Ghibli siempre se han caracterizado por ser más que mero cine para niños. Arrietty parte como una revisión más de Los Diminutos, pero va más allá y plantea en el espectador reflexiones muy profundas.

 

En resumen:

 

Pocas películas del mercado de anmación nipona suelen llegar a nuestras salas. La excepción la marcan las del Estudio Ghibli que, desde el éxito de El Viaje de Chihiro, siempre cuentan con un hueco en nuestra cartelera. Lo más inteligente sería aprovecharlo para poder disfrutar de una delicatessen sensitiva como esta como realmente se merece, en pantalla grande y con un buen equipo de sonido.

 

 

Sho en Arrietty y el Mundo de los Diminutos

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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