Katzelmacher: El animal alemán

Cuarta película del prolífico director alemán Rainer Werner Fassbinder (Baviera, 31-V-1945 – Munich, 10-VI-1982). Escrita y adaptada del teatro al cine por el propio Fassbinder, cuya representación había corrido a su cargo previamente con el grupo denominado Antiteatro. Película de 90 minutos, producida por Alpha Films y Antiteater – X y rodada en Alemania del Este durante el año 1969, fue estrenada el 22 de noviembre de ese mismo año en la ciudad de Mannheim, donde fue premiada con el galardón de la Crítica Internacional de Cine en el festival de esa misma ciudad, Mannheim. La traducción del título al castellano viene a significar literalmente «El follagatos», traducción directa del bávaro y que hace referencia a los supuestos hábitos sexuales de los extranjeros.

Drama que narra durante un corto espacio de tiempo separado por pequeñas saltos temporales las costumbres diarias de un grupo de jóvenes de barrio, cuya vida vacía y monótona cambia tras la llegada a sus lugares comunes de un emigrante griego que produce entre los distintos miembros del grupo sentimientos de hostilidad, rechazo y violencia hacia el inmigrante. El griego decide volver a su país tras la experiencia.

Temáticamente, el fondo discursivo habla de racismo, xenofobia, homosexualidad, intolerancia, matrimonios interesados, prostitución, envidia, pobreza, crítica capitalista, prejuicios e inmigración, con el transfondo modificador de la crisis socio-económica que sufre el país durante los años en que se produce la narración. Las frustraciones personales de los distintos personajes son proyectadas sobre el extranjero Volker, interpretado por el propio director.

Visualmente particular, temáticamente sangrante

Rodada en blanco y negro, desde un punto de vista formal la estrategia de planos responde en algunos aspectos a un modo de representación primitivo, casi teatral, con gran economía de posiciones de cámara y planos estáticos, abuso del plano general, ausencia de montaje, salvo por corte al final de cada secuencia, y montaje interno en el que cada personaje delimita su acción en la secuencia con su entrada y salida de campo. Tempo lento, pausado y observacional. En el plano del sonido, la película carece de banda sonora y la única pista escuchable es la de los diálogos. A destacar que tan solo hay cuatro travellings durante el metraje, y acompañados de música en los que los protagonistas hablan de sus intimidades. Estos planos, cumplen una función de apertura emocional, que se contrapone a la austeridad del resto de película.

La puesta en escena es básica, casi minimalista, como la economía de planos. Los espacios descritos: un bar, una habitación? no son cómodos, y simulan la sensación de que los personajes están continuamente de paso. Las relaciones entre los protagonistas son planas, estáticas, impersonales, con diálogos que se producen más en el plano de la meditación que de la relación, insustanciales, que evitan que la acción avance. Y salvo en contadas ocasiones, las palabras se refieren más a estados internos e irracionales que a los racionales y relacionales. Los personajes no interactúan, no se miran a los ojos cuando hablan, se mantienen pensativos, meditabundos. Son, en definitiva, insustanciales.

Las interpretaciones son vacías, secas e intrínsecas por la falta de sentimientos, expresividad y movimientos. Este último aspecto tiene que ver con la faceta previa de director de teatro de Fassbinder. Esta película ya había sido realizada en teatro, y el director aplicó los parámetros de su antiteatro al cine, en el que la máxima era, ?no hagáis nada, no os mováis, no interpretéis?. Por esto, toda la película respira un aire minimalista, en el que nada sobra y no hay más de lo imprescindible.

Esta puesta en escena, junto con la economía de planos y la ausencia de banda sonora simboliza la falta de principios y metas de los protagonistas, mostrada a través del vacío que recorre cada plano, cada escenario e interpretación, retratando una generación vacía de valores y dominada por el consumismo, en el que las relaciones personales son un mero intercambio económico (retratado en la prostitución entre los personajes) o de interés (en las envidias y mentiras de cara a conseguir el bien propio) como el matrimonio puramente interesado, acertando de esta manera a hacer una crítica del capitalismo más radical, vacío de valores y principios.

Por tanto, la película es una dura crítica a la sociedad alemana del momento, con una historia básica en esencia, pero cargada de ideas estéticas, e intertextualmente compleja.

Inquietudes Fassbinderianas

A pesar de ser la cuarta película del director, es una de las películas fundamentales de su carrera, en la que ya se atisban muchas de las inquietudes temáticas que repetiría en el futuro, como son la inseguridad ciudadana, la fundamentación de los sentimientos, las falta de valores, el materialismo social y las relaciones interpersonales y opiniones personales como mecanismo de defensa frente a las instituciones.

Posteriormente, Fassbbinder aplicaría toda esta variedad temática en los parámetros propios del melodrama americano de los años 30, 40, 50, influenciado por el director Douglas Sirk. En la actualidad se considera a Fassbinder uno de los renovadores del género y referencia indiscutible de directores como el español Pedro Almodóvar.

Como apunte curioso, años más tarde durante la grabación de un documental sobre la figura de Fassbinder, No sólo quiero que me quieran (1992), el director de fotografía de Katzelmatcher, Dietrich Lohmann (Turingia (Alemania) 9-III-1943 – Los Ángeles (California) 14-XI-1997), colaborador habitual del director y de autores como Herzog, Alexander Kluge o Mimi Leder, decía que el motivo de la economía de planos y el minimalismo de la fotografía y puesta en escena se debió más a una falta de medios que a una verdadera conciencia artística y creativa del autor y el mismo. Aún así, fue todo un acierto tanto por Fassbinder como por el director de fotografía hacer de la necesidad virtud.

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