Langosta

Langosta (The Lobster): Surrealismo humanista

El cine de Yorgos Lanthimos posee infinitas cualidades. Permite que el espectador diseccione sus películas desde varios ángulos y perspectivas. Habrá quien se pierda en la belleza de su cámara, a menudo aséptica pero en ocasiones preciosista; otros se quedarán con ese halo de cuentacuentos maravilloso con el que ha confeccionado las narraciones más enrevesadas; y, por supuesto, no faltará quien no entienda una palabra de lo que el realizador griego quiere plasmar.

 

Sin embargo, hay algo en su nuevo trabajo, Langosta, que hace echar la vista atrás y revisitar las predecesoras. Cimentando el origen en Canino (2009) y siguiendo con Alpes (2011), se atisba un estudio minucioso de la sociedad contemporánea. Si en el incisivo largo que le dio a conocer era la familia y la educación lo que hizo valer sus dotes de director rebelde, Alpes fijaba una mirada de soslayo también sobre la familia para centrarse en la pérdida y el aislamiento de unos seres repletos de vilezas. Pues bien, el último film fija su atención en esa necesidad de pertenencia a un grupo, o a una pareja.

 

Colin Farrell, John C. Reilly y Ben Whishaw buscando pareja.

Colin Farrell, John C. Reilly y Ben Whishaw buscando pareja.

 

Langosta presenta una sociedad desquiciada en su deseo de poder sobre la voluntad de la ciudadanía: todos aquellos hombres o mujeres que estén en edad de vivir en pareja y permanezcan solteros se hospedarán 45 días en un hotel en el que deben encontrar a su media naranja. De no hacerlo, son condenados al ostracismo en los bosques en forma animal. Pocas premisas más locas, arriesgadas y sugerentes se han dado desde que narrar historias existe y muchas menos se ha logrado con tanto acierto. Al menos en su origen.

 

El punto de partida no sólo facilita sino que obliga al público a tomar partido, a posicionarse sin medianías en una convicción u otra; porque Lanthimos maneja a sus personajes a su antojo, haciendo de ellos marionetas doblegadas ante la maniquea representación del amor o erigiéndose como rebeldes con una gran causa renegando de las ordenanzas preestablecidas. La primera parte de la película, aquella que sienta las bases de la narración y da con los huesos de Colin Farrell en el hotel es exquisita, tanto en forma como en contenido. Las retorcidas pruebas de las que son objeto los huéspedes del hotel, la amalgama de personajes desnortados así como las relaciones entre ellos pintan una comedia de tintes muy oscuros en los que la particular visión del director es el elemento común a toda la obra. No faltan los diálogos cortantes, siniestros, desdibujados que cobran conciencia más tarde ni las acciones repentinas que potencian el descorazonador pero inmensamente atractivo sentido del humor del griego.

 

Léa Seydoux

Léa Seydoux cuidando a un cerdo.

 

El sentido del largometraje es puro, la tesis que enmarca es salvaje pero actual y las metáforas con las que embellecerla funcionan cual maquinaria industrial. Pero hay algo que va a lastrar al realizador en su ascendente carrera: la sensación cada vez más extendida de la extravagancia gratuita, buscando el más difícil todavía a cada nuevo paso para deleitar a sus adeptos, sin tener en cuenta el hecho de que pueda oler a chamusquina.

No es algo totalmente apreciable en Langosta, pero la abrupta (y pensada) dualidad del guión golpea en la cabeza del que la ve. Si la primera mitad es original, sorprendente y maravillosa; la segunda diseña un escenario completamente distinto jugando al opuesto de lo planteado al principio. Y aquí, todavía con ideas refrescantes, el desarrollo se torna algo más lento y el ritmo repetitivo. Aún con eso, no devalúa el resultado global, ya que las deshumanizadas sorpresas que guarda el último tramo levantan de nuevo el vuelo.

 

Colin Farrell y Rachel Weisz huyendo del aislamiento.

Colin Farrell y Rachel Weisz huyendo del aislamiento.

 

La primera película rodada en inglés de uno de los directores más aclamados del circuito festivalero no defrauda: los seguidores de su cine tendrán su dosis de rarezas mientras que la presencia de caras como la de un sorprendente Colin Farrell atraerán nuevos adeptos. El a la vez esperable pero siempre imprevisible nuevo escalón de Lanthimos es su piedra de toque definitiva para ganarse a la industria. Quien sabe si acabará por perder a sus fieles.

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