Pequeñas mentiras sin importancia: Una pequeña mentira no hace daño… ¿o sí?

No me esperaba al entrar en la sala a ver la nueva creación del actor y director Guillaume Canet una película que me haría reír a carcajadas y, además, reflexionar. Mucho menos tras un principio que me recordó horrores los anuncios más desagradables de la DGT (en plan: «Si bebes y te metes coca, ¡no cojas la moto loco!«)

Pero la verdad es que Canet construye una divertidísima crítica a la hipocresía y al individualismo actuales basándose en dos acontecimientos: uno tan trágico como lo puede ser un accidente de moto y otro tan mundano como lo son las vacaciones de verano de un grupo de amigos de toda la vida.

 

Pequeñas mentiras sin importanciaLa historia:

El día antes de las vacaciones estivales Ludo (Jean Dujardin), un juerguista sin remedio, es arrollado por un camión y acaba ingresado muy grave en el hospital. Sus amigos deciden, aún así, ir como todos los años a la casa de la playa que tiene Max (François Cluzet), un hostelero que se regodea en su éxito profesional sin ser capaz de disfrutarlo. Ya en la playa, los problemas personales de cada uno de los amigos comienzan a aflorar y se hacen necesarias unas «pequeñas mentiras sin importancia» para no estropear la diversión.

En el plazo de un mes se estrenan en España dos películas francesas que tratan el tema de la hipocresía con humor (la otra es Cena de Amigos, de Danièle Thompson) lo cual nos debería hacer, al menos, reflexionar. Entre los diez personajes centrales de esta película y los diez de la de Thompson tiene que haber al menos uno con el que nos sintamos identificados (¿Nadie ha mentido para hacer ver a los demás que estaba por encima de cualquier tipo de problema o depresión? ¿Nadie ha compensado sus problemas con el doble de fiesta? ¿Nadie, en fin, lleva una máscara cuando se relaciona con el resto?) Porque todos actuamos con hipocresía cuando interactuamos con los demás, ocultando nuestras inseguridades y tratando de no participar en los problemas de los demás para no vernos salpicados. Maravillas de la cultura contemporánea.

En el caso de esta película surge el personaje de Jean-Louis (Joël Dupuch) como contrapunto de todos los individualismos. Jean-Louis es un personaje sencillo, dueño de un pequeño restaurante costero y amigo del grupo. Es una persona generosa que se preocupa por los demás y que no llega a comprender el juego de mentiras y medias verdades en el que estamos metidos sin darnos ni cuenta:

«Os creéis la mentiras que vosotros mismos os contáis porque eso es lo que más os conviene» (Jean-Louis)

Pequeñas mentiras sin importanciaLos actores:

Aunque a priori la actriz con más caché del plantel es la oscarizada Marion Cotillard (La vida en rosa, Origen), sin dudarlo me quedo con François Cluzet (French Kiss). Su papel como hombre que va perdiendo poco a poco los estribos por el «horrible secreto» que guarda es sencillamente maravilloso. Pasa de la sonrisa a la expresión de ira y de ésta a la de desquicie con una facilidad tan digna de aplauso que se gana cada una de las carcajadas del público.

Otro actor que me llama la atención (aunque quizás sea por el personaje que interpreta) es Joël Dupuch. Jean-Louis nos pone los pies en la tierra, nos hace ver cuán bizarras son las maneras de actuar de los protagonistas. Y Dupuch, con su sonrisa afable y sus modos campechanos, es la persona perfecta para el papel.

Marion Cotillard, por su parte, interpreta el papel de Marie, una cooperante internacional que es incapaz de mantener una relación estable. Su papel, junto con el de Gilles Lellouche (Éric en la película, Albert Caponi en Adele y el Misterio de la Momia) y el de Laurent Lafitte (Antoine) es el de persona de ‘treintaytantos‘ que se niega a avanzar, a madurar. Su interpretación destaca en los momento más emotivos, pero el volumen de actores es tan grande y el peso de determinados personajes es tan importante que su participación es más bien anecdótica.

En el otro lado de la balanza está el antes mencionado Laurent Lafitte. No es la suya una mala interpretación, pero en la película sobran personajes y el suyo llega a ser, sinceramente, cargante, lo cual es en parte planeado, pero que la sensación se acentúa al estar su «problema» ya cubierto por Cotillard y Lellouche.

El director:

Canet cuenta en su haber con más de cuarenta títulos como actor (La Playa, Vidocq) y apenas tres largometrajes. Sin embargo, esta película nos llega con el apellido de exitazo en Europa bajo el brazo y, la verdad, hay que rendirse ante la evidencia de que esta es una gran obra cuyo único defecto notable es su duración (más de dos horas y media) pero que ofrece un perfecto retrato de las ¿virtudes? y defectos de la población de ciudad. Su cinta nos hace reír, pero después, en la comodidad del hogar, tanta risa se nos puede antojar inquietante. Porque, ¿no es terrible todo lo que en el fondo pasa en el filme?

En resumen:

(Casi) perfecta burla a la hipocresía. Ya ha triunfado en Europa, ahora le toca el turno a nuestro país.

Pequeñas mentiras sin importancia

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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