Thelma

Thelma: La madurez y el vértigo

Thelma es una joven de familia con unos valores muy estrictos que abandona el nido para estudiar y en ese loco primer año de universidad tiene su despertar sexual y aprende a aceptar su propia identidad… Aunque lo parezca, no, no hablamos de Crudo. Y sin embargo es imposible no acudir a ella como precedente de la cuarta película de Joachim Trier, con la que comparte muchas similitudes. Este paralelismo en forma y fondo entre Crudo y Thelma puede jugar en contra de la cinta protagonizada por Eili Harboe, sobre todo entre aquellos a quienes la propuesta francesa les volara la cabeza cuando se estrenó hace menos de dos años, ya que a priori estamos ante dos relatos que van de la mano, sustituyendo el canibalismo por unas capacidades sobrenaturales.

 

Kaya Wilkins y Eili Harboe

 

Joachim Trier nos presenta a una jovencísima universitaria que debe lidiar con el conflicto que supone el choque entre los tradicionales valores familiares que ha conocido desde niña y el ambiente liberados que ofrece la vida en la facultad. Thelma inicia  un proceso de autodescubrimiento, comienza a marchas forzadas el tránsito de la adolescencia a la edad adulta y debe luchar por reprimir o abrazar los nuevos deseos que van germinando en ella, personales y sexuales. Y entre medias, por si no fuera suficiente, descubre que tiene una especie de poderes de carácter sobrenatural. Telequinéticos, mentales… no queda muy clara su naturaleza, es algo que el director no termina de explicar con el objetivo de no condicionar su relato, de que estén abiertos a posibles interpretaciones. Hay, sí es cierto, un par de frases, de explicaciones un tanto deslavazadas, acerca de la naturaleza de dichos poderes que dejan entrever la gratuidad de los mismos dependiendo de las intenciones de Trier en un momento o en otro, modificando o limitando sus capacidades y alcance. Unas inconsistencias que denotan la incomodidad del director trabajando con estos conceptos, pero que no restan impacto a las primeras impresiones que deja el visionado de la película.

 

Eili Harboe

 

La naturaleza y alcance del «mal» que consume a la protagonista, esta pátina de género sin embargo, no es más que la excusa para hablar de Thelma, de su despertar sexual, para reflexionar acerca de las relaciones de pareja, de la familia, la educación, los trastornos mentales… la película toca muchos temas que se van complementando y enriqueciendo entre sí. Ofrece un retrato muy interesante acercad e una chica que, a fin de cuentas, no sabe cuál es su lugar y lo único que pretende es encontrar ese espacio que le corresponde y donde sentirse cómoda.

 

A este respecto resulta muy atractiva la caracterización de la protagonista. No se trata de la típica chica que puede equivocarse o no pero al final siempre busca el bien común o hacer lo correcto. En el transcurso de ese vieja en que empieza a ser consciente de todo lo que la rodea y de lo que se le ha escondido, Thelma actúa de forma egoísta con el fin de sentirse bien ella misma, y si para ello tiene que pisar a alguien u obligarle a hacer algo que no desea, lo va a hacer. Es un personaje mucho más cercano o creíble, porque pone en perspectiva esa pátina sobrenatural. Si nos pusiéramos en su situación seguramente en algunas de sus actitudes participaríamos de la misma forma.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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