El Sueño de Iván

El Sueño de Iván: El cine es así

El sueño de Iván es la última película de Roberto Santiago (la segunda que estrena este año 2011), una historia basada en una novela de su propia cosecha en la que el protagonista, un niño de once años amante del fútbol, es elegido para disputar un partido entre una selección de chavales de todo el mundo y las súperestrellas del balompié internacional.

 

El punto de partida es, sin duda, lo más original de toda la propuesta; para sustentarse más allá de la fantasía (¿niños contra súperestrellas?) se apoya en una supuesta iniciativa benéfica con la que recaudar fondos para ayudar a los afectados de un terremoto en África que no tendrá absolutamente ningún peso en la trama. En cambio, la historia se mueve por los habituales derroteros del cine infantil y juvenil tocando los temas del descubrimiento personal, el viaje iniciático y el paso a la vida adulta (con novieta del chaval incluida) con el telón de fondo y principal reclamo del emocionante y colosal partido de fútbol.

 

El Sueño de Iván

 

Sin embargo la principal baza de El sueño de Iván es al mismo tiempo su punto flaco. Lo que debería ser la aventura que todo niño, incluso sin ser especialmente futbolero, querría ver, queda relegada a un segundo (segundísimo a ratos) plano que impide a los espectadores disfrutar del clímax que se iba buscando durante todo el metraje. El cénit de la aventura de Iván y sus compañeros apenas puede entreverse unos minutos en los cuales se deja sin explotar un evento tan televisivo, tan audiovisual, como es un partido de fútbol. La épica del fútbol se pierde entre la trama más mundana del sacrificio personal por el triunfo colectivo, las retransmisiones de la pareja de periodistas interpretados por Fernando Tejero y Ernesto Alterio y en las repeticiones de algunas de las jugadas que, a cámara lenta y repetidas varias veces, allanan el camino hacia el final de la trama.

 

Es una pena que una película que podría haber sido excepcional se quede a medio gas y acabe convertida en una historia curiosa pero que probable y lamentablemente deje a espectadores potenciales con ganas de mucho más. Los actores adultos, para rematar la faena, sustentan tramas que al chaval de once años le gustarán o no pero que parecen mucho más encaminadas a que los padres no se aburran.

 

Destacando algo positivo, para no irnos con mal sabor de boca, no hay que quitar ojo al chaval mexicano que acompaña al protagonista de la cinta, Sebastián Rivera, un chaval divertidísimo para lo joven que es y que, de seguir así, volveremos a ver pronto.

 

Haciendo el obligado símil futbolístico, aspiraba a más pero el cine es así.

 

 

Deja un comentario:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados