Evelyn

Evelyn: Inútil denuncia

¿Cuántas veces hemos oído eso de «película necesaria»? ¿Y cuántas veces esa película «necesaria» se convierte en «inútil» porque no interesa a nadie? Muchas. Y para desgracia de Isabel de Ocampo, Evelyn, es la penúltima en engrosar esta desafortunada lista.

 

La directora salmantina ya ganó un Goya en 2009 con Miente, corto que abordaba el mismo tema (la trata de mujeres y su vínculo con la prostitución) y que le ha servido de impulso para su debut en el largo. El objetivo es el mismo: dar un toque de atención y denunciar la esclavitud sexual; pero el enfoque es distinto, en Evelyn ha apostado por la construcción de un thriller psicológico (en la línea de, por ejemplo, Martha Marcy May Marlene) tan poco perturbador como pretenciosamente intimista.

 

La directora está tan preocupada en crear una ambientación sugestiva, que exteriorice las sensaciones y miedos de Evelyn (muy correcta Cindy Díaz), que olvida que para que la crítica cale en el espectador es conveniente que este empatice y sufra con la protagonista.

 

Evelyn / Cindy Díaz

 

Es loable el esfuerzo por construir un relato opresivo y claustrofóbico a través de una realización que no deja respirar al público ni a los personajes. Entre el paisaje del pequeño pueblo donde vive Evelyn en Perú situado en medio de la nada y el del prostíbulo de carretera en que acaba (que tiene como única referencia exterior, el aparcamiento y el letrero luminoso), la percepción de aislamiento y lejanía de la realidad es agobiante y marca muy bien el tono que quiere llevar Ocampo. Hecho que se refuerza, además, con una serie de escenas que juegan con la percepción manipulada de la realidad de la protagonista a causa de las drogas que le obligan a consumir y los tormentos que sufre.

 

Así, a nivel técnico, la película es muy interesante, pero como decía, cuesta mucho identificarse con su protagonista. Su angustia la vivimos desde la distancia, nos resulta ajena y (lo más peligroso) su destino nos es indiferente. Tampoco ayuda que los villanos de la función (Guadalupe Lancho y Adolfo Fernández) sean tan malos y mucho más atractivos.

 

El eje central de Evelyn es el viaje de la desdichada protagonista hacia la destrucción de su mente y su voluntad. Un viaje que desequilibra el guión y los apuntes que se hacen hacia la corrupción de las autoridades o el desamparo de estas mujeres y la imposibilidad que tienen de huir. Para inflar la trama y crear un abanico mayor de situaciones, aparece una prostituta nigeriana con una historia en la que se mezclan bebés y vudú. ¿Y qué aporta al conjunto? Nada. Fuera de contexto, planeta aspectos interesantes sobre las circunstancias que se dan en países africanos, diferentes al modo de actuar de las mafias en Latinoamérica. Pero tal como está concebida esta línea argumental dentro de la narración se encuentra con dos problemas: Uno, se vuelve un elemento muy reiterativo y, dos, se quiere abarcar tanto que ni profundiza ni lo integra bien en la historia principal.

 

Si en un film que pretende ser necesario y denunciar una situación tan trágica como la de la trata de mujeres prima por encima de todo la sensibilidad artística y la cultura cinéfila (imposible dejar pasar el primer plano de Adolfo Fernández emulando Apocalypse Now), es muy complicado llegar a un público amplio. Y si no se llega a un público mayoritario sobre el que incidir en el tema, la denuncia se vuelve inútil y las intenciones románticas e ingenuas.

 

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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