Oleg y las Raras Artes

Oleg y las raras artes: El perfecto retrato

Oleg Karavaichuk, compositor soviético y niño prodigio de origen ucraniano. Toco por primera vez a los 7 años ante Iósif Stalin, así fue como salvó a su padre de los campos de trabajo, Cuando terminó el conservatorio tuvo problemas para ejercer su arte debido a diferencias políticas, esto le llevó a formar parte de la banda sonora de casi 200 películas. Ayudó también lo estrafalario de su aspecto y su forma de ver la vida a que Oleg fuera siempre objetivo de controversia y escándalo en su patria Rusia, hasta el punto de conocerle con el sobrenombre de “El compositor loco”.

 

Atendiendo al trabajo de Andrés Duque, quien está especializado en hacer documentales y en concreto le atrae la idea del retrato documental, el filme es un lienzo sobre el que se dibuja el retrato más realista posible de Oleg. Veremos como refleja sus miedos, inquietudes, alegrías y sobre todo sus singularidades y cómo el director quiso destacar dos facetas del protagonista ante las demás, dedicándoles casi dos terceras partes de la película. La relación de Oleg con el museo Hermitage, con Catalina la Grande, Nicolas II y con el mundo de los zares, ocupa el primer tercio de la cinta, mientras que la visión sobre su propia música y la relación de ésta con el mundo y como también ha condicionado esto su propia concepción del universo colma la última parte. Estos escenarios confieren al filme de una fotografía digna de mención, con atmósferas tan dispares como el espectacular museo antes mencionado y su casa medio en ruinas de Komarovo o un simple restaurante, incluso el propio Oleg se puede considerar parte de la escenografía con su fisonomía tan particular, su vestimenta y su estilo excéntrico.

 

Oleg Karavaichuk

 

 

Para comenzar, el propio Oleg nos presenta el que es su lugar predilecto en el mundo según sus propias palabras: el Hermitage. Nos habla de los espléndidos diseños de Catalina la Grande, de cómo este museo le lleva a otra época, a otro mundo, el de los zares, al que se siente más arraigado que al terrenal. Oleg fue el único privilegiado autorizado para sentarse ante el piano del Zar Nicolas II y todos los días acude al Hermitage y, a puerta cerrada compone durante seis horas. Como colofón a esta primera parte tendremos el privilegio de escuchar una pieza de ocho minutos, probablemente uno de los escasos fragmentos recopilados de su obra, ya que componía sin dejar constancia ni escrita, ni grabada, lo que le otorgaba una belleza inusual, en palabras de Andrés Duque.

 

En la parte central nos encontramos con varias escenas más cortas. Contrastando con la belleza y lujo del escenario anterior viajamos hasta Komarovo, a la casa prácticamente en ruinas de Oleg. Y es que vive casi en la inmundicia en una casa que carece de los más básicos servicios como la calefacción (vive cerca de la frontera con Finlandia), electricidad o agua corriente. Aprovechamos la visita para hacer una pequeña ruta por vecindario mientras nuestro anfitrión nos explica como Komarovo fue en tiempos, residencia de las celebridades de la época. Para finalizar con la vivienda, Duque nos muestra en absoluto silencio tomas de las diferentes dependencias y aledaños de la casa de Karavaichuk.

 

Una de las veces que el director consiguió que Oleg saliera de su Rusia para visitar España, le pidió que tocara en el Museo del Prado ante el público, pero se negó. Seguidamente, en una toma fija un tanto inusual de alrededor de cinco minutos, durante los cuales solo se puede ver un escrito ilegible hoja tras hoja, probablemente realizado por el propio compositor, se envía una carta dirigida a la Reina de España, con el fin de disculparse y dar razones sobre porque aquel piano no podía trasmitir su música. En este caso la escena de cierre no rebaja el nivel, mantiene la peculiaridad de una toma fija en este caso filmando a Oleg durante una pequeña meditación en un restaurante.

 

La escena anterior se funde mediante la música de Karavaichuk, en la parte conclusiva de la película alternando momentos de piano y reflexiones sobre la propia música del compositor y sobre cómo afecta al cuerpo, alterando la mucosas y buscado una reacción visceral, al contrario que la música armónica más habitual que busca únicamente agradar.

 

Desde luego esta es una película que se sale de lo común, incluso para las películas documentales y hay que tener una disposición concreta para poder disfrutarla. Pero si se da el caso, es una bonita opción para conocer a este compositor olvidado en su país, pero apreciado fuera de sus fronteras, de una forma tan respetuosa como provocadora y sobretodo fiel al protagonista, se puede notar el cariño con el que está hecha.

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