Los Juegos del Hambre - The Hunger Games

Los Juegos del Hambre: Más allá del fenómeno

Viene de arrasar en la taquilla estadounidense y está basada en la primera de una de las sagas novelísticas más exitosas de los últimos años pero, ¿qué tiene Los Juegos del Hambre que vuelve loca a la gente? Si nos quedamos en lo superficial podemos hablar de un estilo narrativo cercano a las aventuras de Harry Potter y el triángulo amoroso con toques de tragedia que tanto gusta a los fans de Crepúsculo. Sin embargo la historia que nos propone Suzanne Collins encierra muchas otras cosas que la hacen única y muy recomendable.

 

Stanley Tucci y Jennifer Lawrence en Los Juegos del Hambre

 

El gobierno – Tu enemigo:

 

Las conexiones que se encuentran entre la historia de Panem y la de la futura Inglaterra que nos planteó en su día George Orwell con su novela 1984 hacen que esta película se pueda contemplar como una versión actualizada y light de dicha historia. En la obra de Orwell se contempla la existencia de cuatro Ministerios que suponen los cuatro pilares fundamentales para el “buen funcionamiento” de una dictadura: el de la Verdad (que manipula la información), el de la Paz (que procura generar un estado de guerra constante para unir al pueblo), el del Amor (que castiga a quienes no se someten) y el de la Abundancia (que mantiene al pueblo al borde de la inanición)

 

En las novelas de Collins vemos reflejado lo anterior en unos Estados Unidos destrozados por la guerra y las calamidades naturales que renacen como Panem y que se organizan en torno a un Capitolio que mantiene el control del populacho aislándolo en Distritos sin comunicación y a los que llegan las noticias que el gobierno selecciona para ellos. Mal nutriéndolo porque por todos es sabido que la filosofía (y las rebeliones) suelen partir de los estómagos llenos. Enfrentándolo a sí mismo en sus crueles Juegos para que viva en un estado constante de lucha (y para que odie al enemigo equivocado) y castigando de la manera más retorcida a quien se sale de la norma, repitiendo la estructura de gobierno de la novela de Orwell. Este esquema lo vemos también repetido en Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953) o en la novela gráfica de Alan Moore V de Vendetta y quizás lo que más caracterice a la novela de Collins es la idea de unos Estados Unidos, autoproclamados estandarte de la libertad y la democracia, reconvertidos en la dictadura más salvaje y represiva.

 

La obra de Collins, además, nos llega en un momento en el que existen corrientes de pensamiento que han calificado a nuestra sociedad actual como orwelliana, haciendo referencia sobre todo a la realidad y a lo que nos intentan vender o a la necesidad de los norteamericanos de declarar “guerras preventivas”. Pero lo cierto es que donde más patente es esta estructura es en los regímenes totalitarios islámicos que canalizan la “verdad” a través de los líderes religiosos, que mantienen un estado de Guerra Santa constante, que hacen desaparecer a los disidentes y en los que las diferencias sociales entre ricos y pobres son más que palpables.

 

Jennifer Lawrence en Los Juegos del Hambre

 

La chica en llamas:

 

Cambiando de tercio, Los Juegos del Hambre pone en escena el personaje de Katniss Everdeen (interpretada de forma magnífica por Jennifer Lawrence). No estamos ante un protagonista como Harry Potter; a Katniss sólo le importan su hermana y, en menor medida, su madre. El resto del mundo puede irse a pique cuando quiera, ella no se echaría voluntariamente el peso de una revolución sobre su espalda. Sin embargo, se intuye que este afán protector es la piedra de toque que necesita el pueblo de Panem para despertar y comenzar a cuestionarse a su gobierno opresor.

 

Para ver un ejemplo similar no tenemos que buscar en la literatura, basta con echar la vista atrás al 17 de Diciembre de 2010, cuando Mohamed Bouazizi se quemó a lo bonzo desesperado porque la policía le había confiscado su puesto ambulante de frutas, la única fuente de ingresos de la que disponía. Esta acción aislada, que no partía de ninguna ideología y que no perseguía más que la denuncia de un sufrimiento personal, dio lugar a la revolución tunecina, germen de la Primavera Árabe.

 

Otro de los grandes aciertos de Collins consiste en ponernos en contacto con la población del Capitolio. Extravagantes, sobrealimentados, ociosos… En el fondo no son más que las mascotas del presidente Snow, tan cautivos del sistema como lo son los habitantes de los 12 Distritos de Panem. La toma de conciencia por parte de la protagonista de esta realidad no queda tan clara en el trabajo de Gary Ross como lo hace en la novela original, aunque aún quedan dos películas más para desarrollarla.

 

Josh Hutcherson en Los Juegos del Hambre

 

Ross y Collins:

 

Para hilar todo lo anterior de la mejor manera posible Lionsgate no sólo quiso a Gary Ross como director, sino que le puso a la cabeza del trío de guionistas que adaptarían la obra y que completaban Billy Ray (co-guionista de la interesante La Sombra del Poder) y la propia Collins. Esta colaboración ha dado lugar a un filme largo, sí, pero también a un guión sólido que casi no pierde fuelle a lo largo de los 142 minutos en los que se extiende la acción y a un casting acertadísimo. Incluso la decisión de suavizar el tono violento se antoja acertado, ya que permite acercar una historia notable a un público más amplio.

 

Podemos dividir el metraje en dos partes. Una primera que nos pone en contacto con la sociedad de Panem y otra centrada en los Juegos del Hambre en sí. Esta parte nos recuerda inevitablemente a Battle Royale, pero la participación consciente de los “jugadores” les confiere un alma diferente. Estos son los septuagésimo cuartos Juegos del Hambre, así que tenemos a veinticuatro chicos y chicas que han vivido toda su vida sabiendo que les puede tocar participar. Este hecho le da a Collins la excusa perfecta para reflexionar cómo cada uno afronta un sino inevitable: los chicos de los Distritos 1 y 2 se ofrecen voluntarios y se preparan toda su vida para el honor mientras que nuestra protagonista vive bajo el constante temor de resultar elegida al asociar los Juegos con una muerte lente, pero segura.

 

Todas estas reflexiones y conexiones elevan el tono por encima del que pudiera tener Harry Potter y dejan mucho menos lugar para el romance del que nos presentó la saga Crepúsculo, pero precisamente por ello, por encontrarse cerca de ambas pero a la vez tener una entidad propia, Los Juegos del Hambre puede enamorar al público de ambas sagas y convertirse en un fenómeno que llegue a sobrepasarlas.

 

Lenny Kravitz y Jennifer Lawrence en Los Juegos del Hambre

 

Un reparto excepcional:

 

Todos los piropos que se lancen hacia la interpretación de Jennifer Lawrence se quedan cortos. La actriz que fuera nominada a un Oscar por Winter’s Bone tiene una fuerza interior que compensa todas las carencias de Josh Hutcherson (al que cuesta horrores imaginar como Peeta) cuando están juntos y que nos hace empatizar de una manera casi dolorosa con ella cuando está sola en los Juegos.

 

El resto del reparto también merece un aplauso. Woody Harrelson interpreta el mismo papel por enésima vez, pero nadie se creería un Haymitch interpretado por otra persona, el actor tejano tiene el toque justo de corpulencia para recordarnos que ganó una vez en los Juegos y… Bueno, todos sabemos cómo hace Harrelson de borracho. El papel de Elizabeth Banks como Effie Trinket también es fabuloso, Effie es un personaje al que uno no sabe si odiar o compadecer y Banks lo clava. Donald Sutherland, el siniestro presidente Snow, encaja físicamente con su personaje y en las escenas en las que conversa con el Vigilante Seneca Crane (Wes Bentley) nos deja atisbar parte de esa mente retorcida y maquiavélica que le convierte en el perfecto antagonista. Por último tenemos a Lenny Kravitz interpretando a Cinna, un papel muy similar al que tuvo en Precious (el de un personaje agradable que apoya a la protagonista), pero que evolucionará mucho más durante las siguientes entregas de la saga.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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