Mastodonte: Una década prodigiosa

Mastodonte«Sin embargo, es así en esta concreta esfera de realidad«

Hay todo un mundo más allá de los cómics de superhéroes y de los mangas de las grandes editoriales norteamericanas y niponas. Existe una cantidad ingente de pequeñas y relucientes joyas entre el cómic underground americano, el europeo y, cómo no, dentro de la viñeta patria. Sin embargo, vivimos en una época en la que poca gente se arriesga a comprar algo nuevo y alejado de las estructuras conocidas, peor aún, el papel se está viendo sustituido por el formato electrónico de manera poco justa ya que muchos buscan la gratuidad de la descarga de escaneos de las series que siguen antes que gastarse unos euros en el original (y con los tebeos minoritarios ni tan siquiera eso).

Es por ello que editoriales como Dibbuks se hacen tan necesarias. En ellas la búsqueda del talento y/o del cómic de calidad es mucho más exhaustiva que en las que se limitan a establecer un acuerdo con una ‘major‘ y sus apuestas, si bien son siempre arriesgadas, suelen tener la recompensa de libros que nos enorgullece tener en la estantería. En La Noche Americana comenzamos a colaborar con esta editorial hace ya un año y la lista de maravillas que han pasado por mi escritorio me parece increíble: Blue Estate, Kongo, Consejo Real, La Serpiente de Agua… y las que aún están por venir. Obras que, de no ser por la labor de investigación de los editores y por su apuesta personal por los nuevos talentos, no habrían llegado jamás a nuestras manos.

«Y el MacGuffin… ¿dónde está?«

Pero Dibbuks ya llevaba un buen trecho recorrido cuando esta humilde revista comenzó a reseñar sus productos y ahora, cuando el 2014 se lanza a su recta final, la editorial cumple nada menos que una década al pie del cañón y decide celebrarlo con un álbum en el que se dan cita gran parte de los artistas que han pasado por las páginas de los tebeos que han llevado su sello. Entre todos ellos crean un cadáver exquisito de 120 páginas de extensión que desprende locura y realidad a partes iguales.

Mastodonte

Todos hemos jugado de niños a los cadáveres exquisitos, doblando una hoja de papel y dibujando a varias manos con la única referencia de las líneas que nuestro predecesor había dejado en nuestro fragmento del dibujo. En Mastodonte Dibbuks plantea un punto de partida a partir del cual cada artista va añadiendo viñetas en función de lo que ya está escrito. El resultado baila más allá de la coherencia con una historia que salta en el tiempo y entre géneros, pero que exuda una visión crítica hacia el sector del cómic y hacia la sociedad idiotizada de principios de siglo de una manera humorística y repleta de cariño hacia la editorial.

«Mi nueva vida echaba por tierra mis principios punkis«

Y es que Mastodonte se ha de leer teniendo muy claro cómo ha sido su proceso de creación (se echa de menos una breve explicación que lo explique al principio del libro). Una vez tenemos claros sus orígenes y su metodología es más fácil entrar en el juego que se nos propone y disfrutar del desarrollo de los personajes conforme pasan de las manos de un artista a las del siguiente. La vorágine de giros en la trama y cambios en el estilo artístico puede marear al lector, pero cuando ésta es comprendida y una vez comenzamos a ponernos en la piel del autor que recoge cada vez el testigo y trata de llevar la historia a su terreno antes de lanzársela al siguiente, es entonces cuando comenzamos a esbozar sonrisas con mayor frecuencia cada vez que giramos las páginas de este divertido experimento.

Mastodonte

Resulta muy difícil quedarse con una parte que nos haya gustado más cuando los estilos varían tanto y lo que cuenta es la globalidad del resultado. El sencillamente flipante fragmento de Abel García y El Torres, la descacharrante pelea del maestro Fonollosa, la sensualidad de las creaciones de Nacho Arranz y Pedro Pérez, la elegancia de Lorena y Diana AzpiriMastodonte reúne a algunos de los artistas más dotados de la escena nacional como una manera de agradecer a los lectores su fidelidad y, sin embargo, termina ofreciéndonos a través de todos ellos una reivindicación en toda regla del excelente trabajo que han realizado a través de la última década.

¡Felicidades Dibbuks! ¡Y gracias por estar ahí!

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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