Ricardo Machuca sigue haciendo disfrutar a los lectores con su intriga sci-fi para todos los públicos. La acción de este segundo volumen se inicia unos meses más tarde de lo acontecido en el anterior tomo y centra su atención en el pasado de Cinco-Patos y en la investigación que se está llevando a cabo para resolver el misterio de Procyon. No olvidemos que Cinco-Patos fue recluida para descubrir cuál era su implicación en los hechos, de forma que en las primeras páginas del libro nos encontramos con ella siendo interrogada y contando su historia.

Una original forma de presentarnos a la heroína de la historia y profundizar en su pasado sin que se lastre la narración al plantarlo justo al comienzo, cuando aún no ha habido tiempo de arrancar el relato en sí. La trama poco a poco se va enrevesando, y aunque esconde muchas cartas, Machuca también nos regala algunas revelaciones para que el interés en la historia no solo no decaiga, sino que se acreciente. El reducir el número de personajes implicados en la trama hace que la acción se concentre más y se eviten distracciones innecesarias. Entre los pocos actores que aparecen en escena, quien sobresale es Octavio Perrillo, aliado de Cinco-Patos que en el anterior tomo no pasaba de ser un mero secundario. Aquí se resarce y nos guarda unas cuantas sorpresas.

Del lado negativo de esta segunda entrega con una historia propia de aventuras carcelarias (en el contexto, Evasión o victoria podría ser un acertado ejemplo), está la excesiva atención que se presta al partido de fútbol que tiene lugar al mismo tiempo que la historia principal. Su intencionalidad es evidente, alargar el suspense haciendo una narración en paralelo y servir de distracción para que el plan de los protagonistas tenga éxito. Sin embargo el partido en sí carece de total interés, más allá de los chistes que puedan hacer los comentaristas del partido. De modo que, si bien al principio se lee con atención, a medida que la historia principal se va haciendo más y más interesante, lo que acontece en el partido evidencia su función de relleno y no es raro verse pasar esas páginas sin apenas detenerse para ir a lo verdaderamente importante.

De lo que no hay duda es de que Ricardo Machuca está tejiendo un relato absorbente, y que a pesar de su carácter transitorio, Cinco-Patos al horno tiene la suficiente fuerza para disfrutarse por sí mismo gracias a unos personajes cada vez más perfilados, una fluida narración (que de nuevo vuelve a ir in crescendo, de menos a más) y un alocado sentido del humor pensado para todos los públicos que extrañamente tan bien encaja con su apariencia sci-fi. El hecho, además, de que el autor plante numerosos detalles y pistas a lo largo de toda la historia que pueden pasar desapercibidos en un principio “obliga” (para bien) a mínimo una segunda lectura, pues son detalles bien nos adelantan posibles escenarios futuros, como profundizan en el porqué de lo expuesto hasta ahora.