«He seguido las normas que me han dictado durante demasiado tiempo«

Lo mejor del crossover entre Liga de la Justicia Oscura y Yo, Vampiro han sido (ahora que llega a su fin El Alzamiento de los Vampiros) los capítulos firmados por Joshua Hale Fialkov y Andrea Sorrentino, verdadera sorpresa de 2012 con su reinvención de la ochentera serie que protagonizaba el arrepentido Andrew Bennett. A Fialkov este éxito (que viene a sumarse al de sus anteriores trabajos, como la fantástica Elk’s Run, fuera del paraguas de las series superheroicas) le ha valido dar el salto (tras la cancelación de Yo, Vampiro en su número 19) a series «grandes» como Green Lantern Corps., Red Lanterns y la miniserie Alpha para Marvel (todos estos trabajos llegarán a lo largo de 2013). Hasta tal punto es lo mejor, decía, que no es hasta que la pareja creativa de Yo, Vampiro retoma la historia que El Alzamiento de los Vampiros adquiere los tientes épicos que se le suponían.

Terminamos el número anterior con los componentes de la LJO luchando por sus vidas en una Gotham tomada por hordas de seres demoníacos comandados nada menos que por Caín en persona. Deadman y Constantine habían sido enviados al más allá en busca del alma de Bennett mientras que Madame Xanadú imploraba ayuda al maestro de la Zona Astral. Nuestros protagonistas, al borde del abismo, luchaban en una batalla que sabían perdida de antemano… Como siempre. Para qué mentir, todos sabemos que en una buena batalla de héroes comiqueros tarde o temprano la balanza se inclina del lado de nuestros protagonistas. La novedad, el gran truco de magia de Fialkov, la hallamos en la manera que tiene de solucionarse el problema… Y en las múltiples consecuencias que tendrá en un futuro tal conclusión.

Si a esto le añadimos que el dibujo de Sorrentino me fascina cada vez más, nos encontramos con que el trabajo de esta pareja va camino de ser una de las mejores elecciones de DC fuera de las «grandes ligas» de Superman y Batman.

«Oz, el Grande y Poderoso, derrotado con un simple juego de niños«

Una vez cerrada la saga vampírica, el equipo que reunió Madame Xanadú deja de sentir la necesidad de trabajar en alegre comunión y la tela que tejió la vidente comienza a deshilacharse. Menos mal que tenemos al antihéroe definitivo, al mayor capullo manipulador de DC, menos mal que tenemos a John Constantine para engañar en su propio favor y reunir a (casi) todos los integrantes de la LJO en una nueva aventura en la que se recupera a un viejo conocido de la DC y se le dota de un poder hasta ahora desconocido y mucho más aterrador del que manejó en sus anteriores versiones pre-Flashpoint.

La Sala Negra (título de esta nueva saga) no parece a primera vista que pueda alcanzar los niveles de epicidad de su antecesora, pero a la vista de cómo han ido las cosas en las dos últimas aventuras de este grupo uno ya no sabe a qué atenerse con esta panda de desequilibrados. En ella Jeff Lemire (Animal Man, Green Arrow) toma el relevo de Milligan al frente de la colección (ya veremos cómo funciona) y se hace acompañar por el efectivo y visualmente impactante pamplonés Mikel Janín.

Alberto Morán hace un estupendo análisis de la magia antes y después de la Crisis Infinita en el universo DC a través de dos artículos que abren y cierran (respectivamente) este tomo. También acompañan a estas páginas las consabidas portadas originales, un Bajo el Foco centrado en el personaje de Hawkman y el análisis por parte de Enrique Ríos de la figura de Frank Quitely con motivo de la edición española de Superman All-Star.