Yo lo Vi Primero

Yo lo Vi Primero: Lo excesivo del día a día

Yo lo Vi Primero

Quizás no exista mayor condena en la Tierra que una invitación de boda. Sí, sin duda es un cruel castigo. ¡Pero mucho más si es la boda de un antiguo ligue!

 

Con esta idea arranca la narración de Yo lo vi primero, último proyecto del incombustible Sebas Martín que vuelve a la carga con un nuevo episodio en la vida de su más antiguo personaje: Salvador, o Salva para los amigos y conocidos. Tenemos aquí un nuevo capítulo desde Los chulos pasan pero las hermanas quedan (2009), donde su creador volverá a hablarnos de temas tan clásicos como encontrar pareja y otros tan actuales como la crisis.

 

La noticia de un enlace ya es suficiente para dar comienzo a la tragedia o comedia que protagoniza una vez más Salva, quien pasa por una etapa de su vida en la que no sabe ni dónde estar ni dónde quedarse, pero la familia, el trabajo y las canas de su barba empiezan a delatar que eso se acabó. En cambio, sí tiene una cosa clara: ¡Tener pareja estable de una vez! lo cual puede que parezca imposible en el mundo del Ambiente y con su amigo Oriol, que no para de pensar en el próximo «mancebo» que puede agenciarse y meter en la alcoba.

 

El paso de las estaciones y los diferentes ligues de Salvador serán el hilo conductor de esta historia, en la que las conversaciones se constituyen como eje central, todas ellas naturales y muy reales, que en ocasiones pueden llegar a asustar de lo cercanas que son: desde enfados con los amigos hasta ingeniosas frases para ligar, con la finalidad unas veces de reír y otras de llorar. Esto se refleja en la relación que mantiene el protagonista con sus amigos Diego, Rafael, y Rita. De esta forma, el autor nos transmite una serie de ideas que están en la calle todos los días y que comparte mucha gente. Podría resultar una comedia anodina, pero el autor sabe reflejar la vida en el ambiente gay y lo complicado que es siempre relacionarse con los demás, si de por medio hay sexo e infidelidades, que sin duda será uno de los mayores quebraderos de cabeza del protagonista.

 

Yo lo Vi Primero

 

Una de las grandes sorpresas que puede contener el cómic para los más inexpertos en el mundo de la historieta gay, es lo explícito que puede llegar a ser. Sin ir más lejos, durante su lectura podemos disfrutar de diversas escenas de sexo, en las que se observa con todo lujo de detalle el cuerpo humano en su totalidad sin que medie censura alguna. No aparecen cuerpos tapados por sábanas ni ocultos por la viñeta o por escenas oscuras, sino la completa exhibición de los mismos, los cuales Sebas Martín dibuja prácticamente cincelados y con los músculos recién sacados del gimnasio. Torsos masculinos de abdominales bien marcados, pezones bien duros como «nudos de globo», así como algún que otro pene, que por tamaño, se escapa de la viñeta.

 

Es cierto que todo lo anterior aporta un grado mayor de realismo a la historia, pero en ocasiones provoca que la trama pierda fuerza narrativa y adquiera un mayor peso sensual. Es decir, que sin ser un cómic de temática erótica, no sea una lectura recomendada para menores de 18 años y muchos otros lectores no se la vayan a tomar en serio.

 

Acorde con todo ello, el estilo de dibujo del autor puede parecernos en ocasiones irregular pero ha ido madurando poco a poco, y en esta obra está claramente definido. Así lo confirma la narración de la misma, que claramente pertenece a la corriente de cómic alternativo europeo que nos muestra con delicadeza el día a día de una forma natural.

 

Así pues, tras las aventuras y desventuras de Salva y sus amigos en Estoy en ello (2005), Aún estoy en ello (2007) y Los chulos pasan pero las hermanas quedan (2009) Ediciones La Cúpula vuelve a presentarnos más material de Sebas Martín, en esta ocasión con una edición en rústica, 116 páginas, en blanco y negro, y en las tiendas por 12 euros. Puede que con el tiempo a Salva le pesen los años, pero no a su creador, que sigue innovando.

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