Beethoven 2: La Familia Crece

Beethoven 2, La Familia Crece: Maravillosa… Un «Perriculón» en Toda Regla

 

 

En 1981 el autor de novelas de terror, Stephen King dio a luz una espeluznante novela titulada Cujo que narraba las infidelidades de un perro San Bernardo que tras ser mordido por un mamífero alado se convertía de la noche a la mañana en un traidor con su familia.  La excusa de la que se valía el escritor de Maine para justificar tan irresponsable comportamiento animal era la rabia transmitida por el murciélago. Resumiendo, una historia muy de la era Reagan.

 

Un desatino que sería corregido por el director Brian Levant en la película Beethoven «Uno más en la familia» y luego potenciado, mejorado y rediseñado por el director Rod Daniel en esa majestuosa y obra maestra que es su secuela Beethoven 2 «La familia crece». Si Cujo se recreaba en lo malsano, en lo irresponsable y holgazano de la institución familiar, Beethoven focaliza su atención en todo lo contrario. Se centra en el amor familiar, en el compromiso y en una fidelidad sin parangón. Una exaltación de la familia por encima de todas las cosas, el sueño americano convertido en una realidad cinematográfica, repleta de promesas, esperanzas y detalles de cualidades redentoras. Una película cuyo compromiso para la familia supera los esfuerzos de Francis Ford Coppola en su trilogía de El padrino.  En hora y media queda todo dicho, superando el hiperbólico discurso de Coppola y Al Pacino de nueve condenadas horas de duración.

 

Los villanos de Beethoven 2
El director no pierde ocasión en hacer homenajes a los grandes clásicos literarios, aquí tenemos uno a la Bella y la bestia en este fotograma de los villanos

 

Estamos ante una secuela que es capaz de superar al original (ya de por sí, genial e infalible). Beethoven 2 (no nos cabe duda de que hoy en día se grabaría en Red One para sacar rendimiento a toda la paleta de colores de la historia) es una de esas raras excepciones capaz de dejar en pañales aceitosos a su predecesora. Muchos admiran las supuestas proezas realizadas por Nolan en su saga de Batman, con sus Caballeros Oscuros, Jokeres y Dos caras (un circo, vamos). Pero son pocos los que se acuerdan que en 1993, un hombre, (El Hombre, si somos justos) Rod Daniel superó con creces las expectativas del público. Posiblemente, la mejor película de animales que jamás se haya rodado hasta la fecha, con el perdón de Los pingüinos del señor Popper. Aquí, caballeros, no hay animatronics, no hay CGI, no hay trampa, ni cartón. Aquí lo que hay es una honestidad acongojante (casi carroñera), un esfuerzo casi enfermizo por la autenticidad, una lucha  férrea por mostrar el mundo como es, con sus polos positivos y negativos, con sus múltiples texturas, a veces agradables para la vista y otras veces no. En definitiva, de lo que se trata aquí es asumir, en el caso hipotético de que así fuera, de si los perros tienen pulgas o no. Y de haberlas, si mostrarlas o no.

 

Los Neweton en Beethoven 2: La Familia Crece
Los Newton, una familia escandalosamente amable

 

 

Rod Daniel, El Hombre, lo tiene muy claro, Sabe que si es necesario habrá que mostrarlas a la opinión pública al igual que el amante debe mostrar algún día su ropa interior (con palominos, incluidos) a su pareja. Lo dice la canción: «lo que es agradable a la vista y al tacto rara vez coinciden«. Se trata de cuestiones éticas de elección.

 

Si en la primera parte de esta saga, éramos testigos del paso de la infancia de Beethoven (el perro favorito de América) hacia la madurez y aceptación de sus responsabilidades para con la familia, en esta segunda parte acompañamos a Beethoven a su primera aventura amorosa. Su primer affaire. Sin comerlo ni beberlo, los espectadores asisten a la conversión de un perro apuesto y duro en un «primaveras» cualquiera. Exactamente lo que le ocurre a Mario Casas en sus últimos filmes. La cosa no acaba ahí, del amor pasamos a las ineludibles y consabidas responsabilidades y es ahí donde el director no se deja amedrentar y es donde estriba el punto fuerte de la película. Todas las películas de amor parecen terminar cuando se inicia el meollo del asunto, rehuyendo a la verdad, a las responsabilidades intrínsecas, a las inevitables disfunciones eréctiles de los matrimonios. Casi todas obvian el lado oscuro de la luna.

 

 

 

Pero Beethoveen 2 no.  Ni hablar. La primera parte de la película se centra en la historia de amor de los chuchos. La segunda parte del metraje se centra en sus consecuencias. Consecuencias que se materializan en cachorrillos mimosos y malcriados.  Las responsabilidades aumentan para el perro Beethoven, así como sus dolores de cabeza. Es su salto al vacío al mundo adulto.

 

No se pueden olvidar las aportaciones de los actores humanos (sobra decir que los actores animales, los San Bernardos, están  simplemente inconmensurables). Charles Grodin vuelve a ponerse bajo la piel del padre de familia ultraconservador: George Newton. Nos deleita con una hilarante interpretación que nos hace decirnos constantemente: Ay, la verdad ¡qué soso era mi padre! Bonnie Hunt vuelve en el papel de esposa abnegada, el pepito grillo de la familia y también Pepito grillo del público. Es la Tía May que todo guión necesita para que dé voz al mensaje que no es capaz de transmitir por si solas las imágenes de la película.

 

 

Beethoven y su pareja en Beethoven 2: La Familia Crece
Una pareja con una química similar a la de Emma Stone y Andrew Garfield en The Amazing Spider-Man

 

 

En el plantel de los villanos, Rod Daniel no se anda con chiquitas, deja de lado los convencionalismos de ese cine familiar, blandengue,  oblongo y absolutamente gazmoño, tan característico de los ochenta,  y se deja llevar por una vía más Tarantiniana, demostrando ser un outsider con todas sus letras. El ejemplo está en que uno de los villanos escogidos para la función no es más ni menos que Chris Penn (inolvidable su interpretación de Eddie, el amable en Reservoir Dogs), que da vida a un tal Floyd, un tipo de mil caras, y casi todas ellas perversas. En el papel de la malvada suprema está Regina, interpretada por la «Scorcesiana» Debi Mazar. Una auténtica mala bestia que no le pondrá las cosas fáciles a Beethoven y a su clan de impresentables caninos. Conclusión: un despliegue actoral digno de las obras de Arthur Miller con cierto aroma a las obras pictóricas de Norman Rockwell. Algo que podría definirse, y sin caer en ninguna exageración de connotaciones andaluzas, como un auténtico delirio para las percepciones humanas.

 

Popularmente se dice, y creo que no falta a la verdad, que los perros son el mejor amigo del hombre. Y esta peli es única por una razón. Al igual que el perro: Beethoveen 2, la película, es el mejor amigo que puede tener un hombre un viernes por la noche.

 

Sí, junto a las palomitas y un buen Gin Tonic.

 

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