Viernes 13 (2009): Voorhees y Michael Bay: un matrimonio feliz

Titular En el año 2009 hubo un sinfín de nuevas propuestas, un ejemplo de ellas son Slumdog Millonaire, El curioso caso de Benjamín Button o El Desafio Frost/Nixon, donde se aplaudieron los triunfales regresos a la pantalla de sus directores: Boyle, Fincher y Howard, respectivamente. Sin embargo, nadie hasta el momento se ha atrevido a reinvindicar el triunfal regreso de una personalidad mucho más relevante que la de ellos, a tenor con su larga trayectoria en el olimpo del cine. Estamos hablando de Jason Voorhees, uno de los asesinos más longevos de la historia del cine y testigo de un sinfín de peripecias y aventuras en las proximidades del archiconocido lago Cristal Lake.

Viernes 13 (2009) es una sorprendente revisión del clásico de terror de los ochenta, trasladado a nuestra época, dejando atrás las luces de neón de los campamentos de antaño y esos cadillacs de sulfato de amonio que adornaban los bosques de la periferia norteamericana. Con un guión duro y sincero, digno de las mejores zonas geográficas de barlovento y sotavento de todo el mundo, con una fotografía imperialista hasta lo más mínimos detalles (nunca antes habíamos visto de una forma tan realista un paisaje de abetos y narcisos) y con un montaje dinámico y encrispado capaz de dejar sin sueño al mismísimo Oliver Stone, Viernes 13 es un Tour de force hasta el mismísimo fondo de nuestras almas.

Cabe destacar que en esta historia no quedan fuera del tintero temas de actualidad, como la maternidad, el amor entre hermanos o la responsabilidad con los desvalidos (por primera vez en su historia, Jason se hace cargo de la tutela de una joven en su guarida al tiempo que comete sus fechorías «campamentales»). Estamos ante una nueva forma de concebir los «Viernes 13«, alejados de todo esperpentismo o mal gusto.

Por primera vez se asume que ser un psicótico y un deforme no exime a nadie de responsabilidades. Y es aquí dónde entramos en la naturaleza ambigua de esta nueva versión, donde el desaliento y el desazón no tienen por qué venir de un hacha o de un machete sino de la mirada cándida de una joven en busca de guerra.

TitularEl juego de espejos del que hace gala la propuesta es cuanto menos asombroso, ofrecido por el buenhacer de Marcus Nispel, autor de otro remake bastante remarcable (perdonen el juego de palabras) La matanza de Texas. Un remake que recogía la esencia de la familia de Leatherface y del propio Leatherface para ascenderlos y convertirlos en metáforas de nuestros miedos humanos. Con Viernes 13 ocurre tanto de lo mismo pero traducido a otro tipo de código metafórico y metalinguístico. Si en La Matanza de Texas, Leatherface era el objeto de nuestros miedos, en el film que nos ocupa, Jason representa la figura del protectora de esos mismos miedos. Como ya nos brindó Mel Gibson con su particular versión de Cristo, Marcus Nispel recrea, a su vez, la figura distorsionada de un protector de su rebaño. Un tipo que dispuesto a sacrificar su vida por proteger lo más preciado. En el caso de Jason, su rebaño sería su malograda madre y la zona donde yace su cadáver, Cristal Lake.

Cristal Lake es la excusa que utiliza Marcus Nispel para convertir a Jason (recordemos que Jason es un nombre bíblico, lo que nada es casualidad) en un héroe maldito, incomprendido, y por qué no, mongolo. Muy atrás quedan los esfuerzos de Christopher Nolan por sorprendernos con un villano original e ingenioso. Y en caso de dudas háganse la siguiente pregunta: ¿cuántas películas de Viernes 13 se han hecho, y cuántas del Joker?

Si Jason lo hace es por que Jason lo vale.

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