La realizadora francesa Ovidie se pasa al mundo del cómic con unas sensuales e inconfesables historias.

Ni el sexo está reñido con el arte ni el feminismo con el placer. Ovidie, realizadora y escritora francesa que se define a sí misma como «feminista pro-sexo no excluyente» se adentra en el terreno del cómic con estas historias inconfesables «basadas en hechos reales«. Un abanico de situaciones que exploran el placer, el deseo y también el amor, desde un prisma heterosexual, con total naturalidad y sin prejuicios de ningún tipo. Una mirada femenina a la faceta más íntima de la acomodada clase media francesa en donde el sentido del humor y la cotidianeidad forman un tándem muy sugerente.

Se echa en falta un discurso un pelín más comprometido, ya que Ovidie se decanta por una postura hedonista en sus relatos. Sus protagonistas buscan el placer como fin último e incluso cuando las situaciones se vuelven embarazosas o sus planes no salen tal como esperaban, siempre hay algo que los reconforta o alguien dispuesto a abrazarles. Sin ahorrar tampoco en escenas explícitas, Brandon, quizás sea la historia más vehemente contra el machismo imperante en la cultura del sexo. En ella, la autora se muestra igual de picarona que en el resto de la obra, pero deja aflorar su vena cínica y su discurso reivindicativo. Pero como lo que manda es el mercado la ternura y la corrección ganan por goleada. Aún así, de forma velada, la autora transmite sus ideas, proponiendo a una serie de personajes femeninos que toman una posición muy activa en las historias. Son ellas quienes llevan la voz cantante y toda la iniciativa, dejando a sus partenaires en un segundo plano.

Historias inconfesables es un relato ideal para ojear en la intimidad de la pareja. La cercanía de sus relatos y la sorprendente verosimilitud de sus planteamientos, ayudan a romper muchos clichés en torno a este tipo de obras y quien sabe si lo que empieza pasando sus hojas no termina en la cama…

Esta imagen tan accesible del sexo que transmite el guion de Ovidie se ve profundamente reforzada por el trabajo a los lápices de Jérôme D’Aviau, que ofrece un trazo sencillo y muy limpio (evitando que nos perdamos en detalles que puedan ir en contra de la narración). Así mismo, huye de plasmar siquiera fondos en las viñetas, o los define únicamente con algunas rayas. Sin embargo, más allá de las evidentes escenas sexuales, imprime mucha importancia a las miradas y expresiones de los personajes. Como en el buen arte de la seducción todo diálogo queda supeditado a la atracción de una mirada. La narración tiene un marcado componente visual, son las propias imágenes las que nos van conduciendo a lo largo de las diversas aventuras que componen la obra. Los diálogos y cuadros de texto sirven más bien para contextualizar y remarcar las acciones.

En Historias inconfesables prima el erotismo sobre la pornografía y la sensualidad sobre lo explícito, estableciendo un picante juego de seducción con el lector, que se ve atrapado por un estilo directo y desenfadado, que se toma el sexo como lo que es, un placer, un divertimento.