Hablar de Blame! es hablar Tsutomu Nihei. Y hablar de Tsutomu Nihei es hablar de cyberpunk. El mangaka japonés concibió una obra que sin estar entre los primeros nombres que se le ocurren al lector medio (antes están relatos como Ghost in the Shell o Akira, gracias a sus adaptaciones a otros medios) ha tenido una influencia en la cultura popular envidiable, no hay más que echar un vistazo a películas como Matrix de las hermanas Wachowski.

Ahora que Netflix tiene en su catálogo la película de animación basada en el manga y que este está siendo reeditado en una «Master Edition» dentro de la línea manga de Panini, es el momento perfecto para acercarse a esta radical propuesta sobre un futuro distópico dominado por la tecnología en el que los humanos son una especie en peligro. Blame! se presenta más como una historia de atmósfera y de ambientes que un relato descriptivo y de conversaciones. Nihei nos invita a explorar su mastodóntico mundo a través de su narrativa visual. Apenas hay diálogos. Su protagonista, Killy, es un personaje parco en palabras, está centrado en su misión y no se detiene ante nada.

Así, hay que estar muy atentos a los detalles para descubrir todo lo que esconde este rico universo. La falta de diálogos no es impedimento para la comprensión de la aventura. Nihei avanza sin prisa pero sin pausa, dando la información en su justa medida para mantener al lector enganchado a la lectura, pero sin desvelar demasiado para que el misterio siga flotando en el ambiente. La historia tiene un corte oscuro, por momentos casi melancólico, pero también agresivo. El mangaka muestra un mundo completamente deshumanizado, construye una hipérbole de una sociedad, la nuestra, adicta hasta el exceso a las nuevas tecnologías.