¡Vuelve Miracleman! Tras 20 años de ausencia, Panini reedita la ya clásica obra de Alan Moore.

Obligado a permanecer en la sombra por continuos problemas sobre sus derechos para poder ver reeditadas sus aventuras, Miracleman golpea con fuerza en el panorama comiquero con unas historias que tras veinte años de silencio no han envejecido ni un ápice. Con la recuperación de Miracleman nos reencontramos con una «trinidad» conformada por esta, Watchmen y V de Vendetta, un completo análisis sobre la figura del vigilante y del superhéroe que cambiaría para siempre la forma de concebir el género en los años 80.

Por mucho que Alan Moore reniegue de su creación (hasta el punto de que la presente edición no viene firmada por él sino por «el guionista original»), esta es una lectura obligada para cualquier fan de cómic de superhéroes y las buenas historias en general. El concepto de la serie, en apariencia simple, un hombre de mediana edad que tras pronunciar «kimota» se convierte en un ser superpoderoso, esconde una multiplicidad de lecturas que dejan a muchas de las obras actuales de DC o Marvel Comics en meros divertimentos para niños, más preocupados en el efectismo que en dejar una buena impronta en sus relatos.

La propia solución que tiene el personaje para convertirse en un superhombre ya supone una crítica al absurdo y ligereza que representan muchos héroes, para los que cualquier cosa resulta válida y las justificaciones no parecen necesarias. Sabedores de esto, los autores de Miracleman le dan una vuelta de tuerca que no solo otorga verosimilitud al relato, sino que abren un montón de posibilidades para desarrollar la historia. El concepto de los superhéroes trabajando al servicio de los diferentes gobiernos o incluso siendo creados directamente por estos para su beneficio, tan explotado en los últimos años por Marvel en su línea Ultimate o su universo cinematográfico, tiene un clarísimo y provocador referente aquí. Relatos de novísima aparición como Mara (de Brian Wood) muestran una y otra vez la vital importancia de Miracleman en el devenir de las historias de superhéroes, trascendiendo el tono lúdico de su esquema de buenos contra malos, para hacer un profundo estudio sobre la condición humana, el poder, la corrupción de este y las responsabilidades a las que somete.

En su punto de partida, la etapa de Alan Moore al frente de Miracleman guarda muchas semejanzas con la iniciada en La Cosa del Pantano (que se encuentra reeditando ECC). En ambos casos se le encomendó la difícil tarea de revitalizar unas historias que llevaban tiempo cogiendo polvo, unos personajes alejados de la primera línea. Pero, en lugar de aceptar el encargo y dejarse guiar por lo ya escrito, Moore hizo una verdadera disección de los personajes protagonistas para comprenderlos, conocerlos, sacarles su esencia y, a partir de ahí, devolverles a la vida con un contexto y un tono completamente renovados. Este primer tomo, El sueño de volar, sigue ese proceso a pies juntillas. En su primer capítulo, los autores rinden un homenaje a la serie original nacida en los años 50, tanto para apelar a los lectores más nostálgicos, como para establecer los cimientos sobre los que discurrirá la historia. Ya en el segundo, con una mirada mucho más oscura y adulta, se empieza a definir al héroe, sus dudas y aspiraciones, así como a los principales secundarios y los primeros villanos. Moore teje una historia que partiendo de una base superheroica, transita sin rubor por el terror, el drama humano, e incluso el thriller político y de espionaje.

Y es que con Alan Moore y Miracleman, el comic de superhéroes dejó de ser una cosa de niños.