Nocturna

Nocturna #1: Unos vampiros muy tradicionales

Nocturna es un insulso acercamiento al género vampírico que arranca con una inusitada originalidad en sus planteamientos, pero que tarda muy poco en caer en los lugares comunes del género. Un cómic en el que lo mejor son las cubiertas originales incluidas entre los capítulos y la encuadernación en tapa dura que ha tenido a bien realizar Panini.

 

La Saga Crepúsculo, True Blood, Casi Humanos, Daybreakers… Habituados como estamos en los últimos tiempos a una «normalización» y exhibicionismo del vampirismo en nuestra vida, que se trate el tema (al menos en su punto de partida) desde una perspectiva más terrorífica le aporta un halo especial a la historia. Y no hablamos de un terror según la concepción más canónica del género cuando se apoya en lo sobrenatural, sino que estamos ante un terror más «realista», más angustioso si se quiere. La amenaza tiene un carácter médico y el terror lo causa la posibilidad de que una enfermedad pueda acabar con Nueva York. Así, el ambiente que se crea durante las primeras páginas (prólogos aparte) es el mismo de films como Contagio o Estallido, en los que la desinformación y la paranoia son compañeros inseparables que van minando a unos personajes que van dando palos de ciego ante su incapacidad de encontrar una solución.

 

Y es que la premisa apunta en esta dirección: La torre de control del JFK pierde las comunicaciones con un avión procedente de Europa a los pocos minutos de aterrizar. Temiendo un ataque biológico por parte de algún grupo terrorista, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades toma el mando de una situación que pronto se les escapa de las manos.

 

Nocturna

 

De esta forma, los ejemplos antes escritos tienen bastante sentido, pues el vampirismo de Nocturna es tratado como un letal virus. Al menos, insisto, en sus planteamientos. Luego, ya sea por miedo a innovar o por falta de ideas, la historia se inventa a su particular Drácula y a una suerte de Van Helsing que anclan la amenaza dentro del mundo de las leyendas y los cuentos tradicionales. Clanes vampíricos, equilibrios de poder, sopas de ajo, tumbas llenas de tierra… elementos todos manidos y arquetípicos que están utilizados de forma muy convencional. El elemento sorpresa desaparece demasiado pronto, con lo que los lectores más exigentes encuentran pocos motivos para mantener el interés.

 

Aún así, entre flashbacks explicativos que dan un contexto y un origen al mal que acecha a la ciudad, conspiraciones varias, infectados que actúan como zombies hambrientos y un protagonista que se debate entre el deber profesional y el paternal, tenemos una pequeña trama que por sí misma podría dar lugar a un perverso drama rural sobre el amor y la lealtad. Lástima que solo se aborde de forma tangencial.

 

Al final, la única gran novedad termina siendo el aspecto físico de los monstruos, que haciendo honor a la definición, apenas conservan su aspecto humano cuando se ha producido la conversión y atacan a sus pobres víctimas. Una novedad accesoria que por sí misma tiene muy poca fuerza.

 

Honestamente, la falta de esmero en desarrollar unas ideas muy sugerentes y el empeño en repetir esquemas serían aspectos perdonables si la historia estuviera bien narrada. El cómics está plagado de saltos temporales y de localizaciones para dar una sensación de inmediatez y mostrarnos la amplia dimensión de los acontecimientos y sus numerosos focos de interés, pero estos se suceden en mitad de las acciones, sin previo aviso (en muy contadas ocasiones aparecen rótulos indicativos del lugar en el que estamos). A veces, incluso, hay varios cambios en una misma página. ¿El resultado? No se entiende nada. Y si esto no fuera suficiente, David Lapham, el guionista, es muy amigo de las elipsis. Ya sea por un nefasto sentido de la agilidad narrativa o por limitación espacial, faltan escenas. Hay una clara intención de dotar al cómic de un montaje cinematográfico, pero los códigos de un formato no se pueden trasladar al otro, han de adaptarse a cada lenguaje. Y ese trabajo de adaptación brilla por su ausencia.

 

En resumen, estos vampiros no pasarán a la historia.

 

Acerca de Daniel Lobato

Avatar de Daniel Lobato

El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

Deja un comentario:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados