Cuando tebeos como Invincible o The Walking Dead ya eran realidades contrastadas con legiones de fans por todo el mundo, Robert Kirkman decidió darse el gustazo de escribir para Marvel Comics, gozando de cierta libertad para embarcarse en empresas no encorsetadas a la continuidad. Ya fuera trabajando con personajes que actúan fuera de los focos (como en el caso del Incorregible Hombre Hormiga) o desarrollando sus historias en realidades alternativas (los Marvel Zombies o el Universo Ultimate).

Y así llegamos a la línea Ultimate, aquella que hace ya tres lustros diera un nuevo impulso a los iconos marvelitas con el Spiderman de Brian Michael Bendis y la Patrulla-X de Mark Millar como principales puntales. Es al grupo de mutantes al que aterriza Kirkman, con un escenario patas arriba, cada vez más buscando distanciarse de su referente. De esta forma, cualquier idea podría ser bien recibida.

Su etapa arrancó con una deconstrucción de los noventeros Cable y Bishop y un homenaje a La canción del verdugo para reactivar la colección trastocando sus mismos cimientos. Centinelas, el tomo que nos ocupa arranca con una situación más que complicada para sus protagonistas: Xavier ha muerto, Cíclope ha disuelto la Patrulla-X y algunos de los miembros más representativos del equipo están desperdigados por el mundo como Lobezno, Coloso o Rondador Nocturno.

El guionista se propone, pues, formar un nuevo equipo introduciendo caras nuevas y dejando al margen a algunos mitos mutantes, pero sin tomar una actitud rupturista con lo anterior. Cíclope se propone luchar por la igualdad entre homo sapiens y homo superiores desde el diálogo y la educación, los morlocks dan la bienvenida a Rondador y Bishop se esfuerza en que el sueño de Charles Xavier perviva para proteger el futuro de la raza.

Kirkman apuesta por una narración algo pausada, tomándose su tiempo para que los personajes vayan desarrollándose y podamos ver realmente como les van afectando los acontecimientos y las diferentes revelaciones que van teniendo lugar. Y ello sin que se resienta lo más mínimo la acción. No olvidemos que a fin de cuentas se trata de un cómic de superhéroes y la ración de intriga y de peleas está asegurada; unos terrenos en los que el guionista no es un neófito y encuentra la forma de sorprender al lector.

No deja de lado tampoco el asentamiento de nuevas tramas que se irán abriendo en el futuro inmediato de la colección. A lo largo del arco argumental que nos presenta, con los Centinelas como amenaza evidente, el escritor va sembrando el terreno con alusiones a los precedentes más inmediatos (la situación de Bestia o los crímenes de Cable) y con pistas de lo que nos va a deparar la serie, volviendo a los siempre socorridos Club del Fuego Infernal o Fénix.

Sin ser una saga que trascienda o que suponga un auténtico punto de inflexión en la cabecera, Robert Kirkman hace un trabajo encomiable, garantiza una buena lectura con los suficientes ingredientes para mantener alto el interés en los personajes (o reavivarlos en el caso de quienes en este punto estuvieran con dudas).