Chew #7 – Manzanas Podridas: Somos lo que comemos

Chew
Nos acercamos a la cibopatía de la mano de la séptima entrega del delirante cómic de John Layman.

Chew: Manzanas Podridas

Caemos en el número 7 de esta serie de esta serie in media res, o para decirlo en cristiano, cuando la acción ya está empezada. Y se nos pueden ocurrir muchas maneras diferentes para entrar en un cómic, pero seguro que la que menos nos apetece de todas ellas es aparecer en un entierro. Pues ajo y agua, porque nos adentramos de lleno en uno sin saber quiénes somos, qué hacemos allí, quién demonios es el fiambre y si debemos tomarnos la molestia de soltar alguna lagrimilla (aunque sea ficticia) por él.

Con una rápida narración, pasamos directamente a estar apenados por la defunción de Antonelle Chu, hermana de nuestro presunto protagonista, Anthony Chu. Y si cuando vemos a un par de hermanos vestidos de idéntica forma por la calle ya se nos revuelve algo por dentro y nos entran ganas de pegar una patada en la boca a dichos padres que tan poca estima tienen por la vida de sus hijos y por la integridad del resto de la humanidad en general, es peor aún cuando ambos comparten el mismo nombre. Mellizos y agentes contra el crímen, les une además algo mucho más especial que todas esas chorradas: una habilidad inaudita respecto a la comida.

Tony Chu, que además de estar enterrando a su hermana también había perdido a su esposa tiempo atrás, es cibópata, que consiste nada más y nada menos que en conocer el pasado de todo lo que come cuando lo mastica, ya sea esto un pollo asado o un cacho del brazo del asesino de turno. Mientras, su hermana es cibovidente, que es básicamente lo contrario, un superpoder bastante gore que le hizo saber que moriría pero que sin embargo no le permitió impedirlo.

Chu se refugia en el trabajo para intentar olvidar su pérdida y, de paso, seguir sin hacer ni caso a su hija Olive. Lo hace junto a su compañero John Colby, el típico guaperas que se lleva de calle a todos y a todas. Así, puede destapar las malvadas intenciones de la Iglesia de la Divinidad de los Óvulos Inmaculados con sólo morder el cadáver aún fresco de alguno de sus esbirros. Y es que éstos están tras las acciones que intentan apartar el consumo de pollo de la vida pública tras la alerta producida por la gripe A, apelando a la irracionalidad y bajo el argumento de que todo aquel que pruebe la carne de dicho animal debe ser automáticamente considerado como un terrorista. Que se están montando su propia yihad de asador, vamos.

Mientras, una especie de alter ego malvado de Chu apodado «el Vampiro» está aniquilando sistemáticamente a todo aquel que posea habilidades extrañas con los alimentos. Lubodeipnosofistas (capaces de seducir a todo aquel que cene con ellos), cibolingüistas (que hablan el idioma de la comida que están cocinando), bromaformutares (su cabeza se convierte en lo último que han comido) o algo tan súmamente útil como ser lagamousikian (capaces de tocar guitarras con las cuerdas hechas con fideos) son los poderes que va buscando. Y, como no podría ser de otra manera, en su punto de mira tiene a Chu para poder completar su set de inútiles habilidades.

Chew

Críticas al extremismo religioso con intereses más políticos y económicos que eclesiales, corrupción policial, sectarismo… no todo es comida dentro de este cómic, aunque no se moja demasiado a la hora de romper los esquemas. Una de las cosas que destacan en las viñetas es el uso del color. Pero no el que puede verse rellenando las formas, sino el que acompaña a los bocadillos: azul para expresar tristeza, rojo para mostrar enfado… lo que sin duda es una ayuda a la hora de interpretar lo que está pintado.

También aparece casi en cada viñeta un comentario jocoso que en ocasiones resulta un poco triste. De ésto que en vez de hacerte gracia, te da como penilla y piensas: «pues esto ha estropeado un poco la situación cómica que se había desarrollado». No es necesario añadir chistacos en el dibujo, y mucho menos cuando dan vergüenza ajena, aunque quizás en inglés estén mejor traídos y se adapten más a lo que se está contando.

Pero, bromas aparte, Planeta ha condensado en este tomo los capítulos 31 al 35 de la serie, añadiendo entre medias algún que otro poster y contenido especial que hace que te entren ganas de ver cómo acaba todo esto. John Layman al guión y Rob Guillory a los mandos del dibujo han sabido crear la expectación necesaria como para que incluso se haya estado hablando durante un tiempo de llevar este cómic a la pequeña pantalla. Finalmente esto no se ha hecho, quizás porque sería un poco desagradable ver a un tío pegando mordiscos a diestro y siniestro mientras estás en la hora de la cena. Pero bueno, seguimos teniendo los cómics para saciar nuestra sed de sangre. Y encima podemos leerlos comiendo un rico pollo asado. ¡Que aproveche!

Acerca de Nerea Navarro García

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Por el día hago webs, y por la noche escribo noticias. Malabarista del código y de la palabra escrita, no se nota que no sé de cómics. Cinéfila de medio pelo, los cinco años de carrera sólo me sirven para no tener faltas de ortografía. Melómana, dedicada a mis labores y filantropista.

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