Mara: Futuro incierto

Mara
Brian Wood hace un alto en sus obligaciones con las grandes series con la personalísima Mara.

MaraEl futuro no es un buen lugar donde vivir. Al menos el futuro tal como lo plantean el guionista Brian Wood y la ilustradora Ming Doyle. No entran en detalle, pero los pocos retazos que nos dejan ver no son nada reconfortantes. No sabemos como está configurado el mundo, aunque sí que se ha visto transformado a causa de unas guerras que parecen no tener fin. Wood nos presenta una tecnificada y violenta sociedad en la que el deporte sirve tanto como arma de distracción, pantalla de humo a los problemas reales, como para hacer negocio. Las grandes multinacionales y los gobiernos han visto en el deporte todo un filón con el que construir una realidad a su imagen.

A través del deporte se crea un obsesivo canon de perfección, un ideal que presente su correspondencia práctica en los ejércitos nacionales, nutridos en muchos casos de deportistas de primer nivel. La búsqueda de la perfección física se traduce también en la ascensión en la escala social, determinada por los méritos y el sacrificio en favor del Estado. Quien más y mejor sirve al Estado gozará de mayores recompensas. Así, no es de extrañar que niños de 13-14 años ya estén pugnando por hacer un hueco entre las élites, o que Mara Prince, protagonista de la historia, sea a sus 17 años, una megaestrella, una marca a nivel planetario.

Brian Wood concibe un mundo que no se aleja demasiado del rumbo que sigue el nuestro, un eventual futuro más cercano a nosotros de lo que querríamos reconocer.

Un rico contexto (que pronto pasa a un segundo plano) con el que el guionista hace un particular acercamiento al mito del superhéroe que evoca a uno de los grandes revitalizadores del género en las últimas décadas, Alan Moore con sus Watchmen o Miracleman. Inevitablemente Mara sigue el camino trazado por los superhumanos de estas historias y guarda bastante similitudes con ellos, aunque Wood no pasa de ofrecer un relato iniciático, pues poco más le permite una obra concebida como miniserie de seis capítulos. El autor es consciente de esta limitación y abandona pronto la densa descripción del mundo para introducirse en la psique de su protagonista y ver a través de sus ojos ese proceso de transformación que experimenta de persona normal a un ser con poderes cuasi divinos.

La sensación general que deja la lectura de Mara es el de estar ante una historia con muy buenas intenciones que no ha sabido sacarles todo el potencial. Durante la primera parte del relato se apunta hacia muchas direcciones que luego son dadas de lado, jugando peligrosamente con las expectativas del lector, pero el personaje principal, Mara, posee un fuerte carisma, despierta tal interés, que mientras ella esté presente no necesitamos nada más. Un gran protagonista, a la fuerza, tiene que conducir una gran historia. Y casi, casi lo consigue.

Después de un emotivo segundo acto, que olvida los adornos y florituras para cerrarse en la introspección, en el autoconocimietno de su personaje, ofreciendo unos estupendos pasajes cargados de crítica –pero también de esperanza– hacia la sociedad que estamos construyendo. Pero no atina a dar con la tecla con la que rematar la historia, o no sabe como hacerlo. Wood prefiere no arriesgar quedándose en tierra de nadie. Llevado por la inercia cierra el relato de forma excesivamente conservadora (que no complaciente, pues algunas importantes subtramas quedan suspendidas), dejando la puerta abierta, si quisiera, a una hipotética secuela con la que ahondar en este futuro incierto.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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