The Wind Rises

61º Festival de San Sebastián | El ingeniero Hayao Miyazaki

Tokio, 1941. La armada japonesa bombardeó Pearl Harbour y nació Hayao Miyazaki. Dos hechos históricos. Uno desagradable y violento y otro que, en principio, no significó demasiado. Un nacimiento, sin más. Pero Miyazaki creció y fue dando forma a su genialidad. Y antes de que creara el Estudio Ghibli en el 85’ ya había inyectado en la imaginería de todo el universo una dosis de su talento para dibujar y crear, porque todos hemos visto Heidi y Marco y Lupin.

 

Hayao Miyazaki

 

A partir de ese año todo fueron obras maestras, o casi todo. Pararnos a analizar películas tan conocidas y queridas por todos como Nausicäa del Valle del Viento, Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro resulta redundante. Aquí lo que importa es que el director japonés ya no va a volver a dibujar nunca más y su última obra, sin estar entre sus grandes títulos, golpea el alma. Aquí os explico por qué, lágrima a lágrima.

 

Primera lágrima

 

Miyazaki tiene graves problemas de vista y por eso mismo deja de dibujar. El esfuerzo que tiene que hacer cada vez que se asoma a su mesa de trabajo es muy costoso. Son 74 años. Jiro Horikoshi, el protagonista de The Wind Rises tiene miopía y en el comienzo del filme se quita las gafas y el espectador ve a través de sus ojos defectuosos paisajes impresionistas, confusos y borrosos. Lo que probablemente ve, o está dejando de ver, Miyazaki. Tremendo.

 

Segunda lágrima

 

Jiro está obsesionado con los aviones y por su problema de vista no puede ser piloto. Pero… ¿Quién quiere ser piloto si puede ser ingeniero aeronáutico? Jiro se converte en un tipo brillante cuyos diseños son utilizados en la Segunda Guerra Mundial por un Japón abrazado a Hitler. Los diseños futuristas y extraños de las naves tan presentes siempres en el cine de Miyazaki se convierten aquí en símbolos de muerte y destrucción.

 

Tercera lágrima

 

Naoko es un personaje femenino de extrema delicadeza que envuelve a Jiro en una historia de amor apabullante. Miyazaki se salta las reglas y envuelve sus criaturas con un fino halo de madurez que hace de la historia un asunto muy serio… Y muy triste.


La última lágrima

 

Que Miyazaki escape de su propio universo para contar un drama clásico en el que escasean los destellos fantásticos es una bofetada para el que se espera que la despedida de este japonés sea una gran obra en la línea de todas las demás. Es confuso que no sea así pero también románico y, de vuelta, triste, tristísimo.

 

Kaze tachinu _ The Wind Rises

 

El balanceo de los árboles, el fuego demoledor (y sanador), la lluvia, los seres oscuros y los seres llenos de luz y el viento, sobre todo el viento, nunca volverán a tener tanta vida.

 

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