Zoe Kazan

San Sebastián 2017: ‘Le Semeur’, ‘La casa junto al mar’ y ‘La gran enfermedad del amor (The Big Sick)’

En la cuarta crónica del Zinemaldia toca hablar de tres trabajos de lo más dispares, sintomáticos de que los títulos de las diferentes secciones comienzan a ser intercambiables. En esta ocasión os traemos una película de Nuev@s Director@s —la ganadora— y dos de Perlas.

 

Zoe Kazan

 

Le Semeur, de Marine Franssen

La primera pregunta que surge tras finalizar el visionado de la ópera prima de Marine Franssen —otrora ayudante de dirección de cineastas como Michael Haneke y Olivier Assayas—, un debut tan sólido como vistoso, es que cuál es el motivo por que el no ha sido seleccionada para competir en la Sección Oficial del certamen. Como ya estamos acostumbrados a no recibir ningún tipo de respuesta, debemos hacerle justicia a esos pocos títulos que merecen la pena y que muy probablemente pasarán desapercibidos. Sorprende que lo único que haya heredado la ahora cineasta de sus maestros sea el dominio de la técnica cinematográfica, asumiendo tonos muy distintos y formas de representación prácticamente opuestas. Digamos que, pese a encontrar desde el comienzo un estilo transparente y personal, Le Semeur atesora la quietud escénica de Haneke —con pertinentes movimientos de cámara que no traicionan la elegancia de la propuesta— y la continuidad narrativa lineal que persigue Assayas a través de un montaje seco a la par que fluido con el que se suceden los planos y las escenas con una cierta liquidez, siempre pensando en las imágenes venideras.

 

Pauline Burlet en 'Le Semeur'

Pauline Burlet en una escena de ‘Le Semeur’

 

La única pega que le ponemos a Le Semeur es que es demasiado conformista, aunque también se echa en falta algo más de vitalidad, de, por decirlo de algún modo, ganas de trascender. Entre su notable trabajo de puesta en escena, que juega muy notablemente con las luces y las sombras y la iluminación —aquí sí, se puede decir que los dejes malickianos imponen un esteticismo algo contraproducente—, y la creíble y sincera historia de amor —enmarcada en un contexto histórico muy específico— que narra, la película se convierte en algo más que una suma de bellos y precisos encuadres. Un minimalista poema de amor donde destaca la interpretación de la joven Pauline Burlet.

 

La casa junto al mar, de Robert Guédiguian

Un tren pasa siempre por el mismo lugar pero ya es demasiado tarde para subirse en él. Con esta frase, que toma forma en un plano recurrente de su nueva película, se podría resumir el cine de Robert Guédiguian y sus inquietudes vitales y cinematográficas. En La casa junto al mar, trabajo que conecta directamente con Las nieves del Kilimanjaro, el cineasta marsellés vuelve a filtrar su reaccionaria mirada a través del personaje al que pone cuerpo y voz Jean-Pierre Darroussin. Esta vez el pasado está más presente que nunca, pues el relato se centra en la reunión de tres hermanos que ya no son lo que eran. El paso del tiempo los ha ido transformando y sus ideales se han resquebrajado por completo, por lo que su única opción a estas alturas es encontrarse frente a frente con el horror.

 

La casa junto al mar

Jean-Pierre Darrousin y otros actores en ‘La casa junto al mar’

 

La demagogia didáctica habitual de su obra se fusiona aquí con la morbosidad más pura del cine de Haneke, encontrando referencias directas a películas como El séptimo continente y Amour. En esta ocasión, Guédiguian rompe con su tradición formal y filma todo con mucha más violencia de la habitual, buscando continuamente un impacto que le lleva a encontrarse, de forma sumamente risible, con la misma conclusión y moraleja que nos ofreciera hace ya 6 años en Las nieves del Kilimanjaro. El peor de los males no es que sea lo mismo de siempre, sino el echar mano de recursos más discutibles que los de antes sin ningún destello de talento.

 

La gran enfermedad del amor (The Big Sick), de Michael Showalter

Si tuviéramos que pararnos a valorar si The Big Sick es otra de esas comedias indies que triunfan en el Festival de Sundance, la conclusión no sería nada fácil de hallar. Y es que, pese a contar con una estructura, unos gags y unos personajes que tantas veces hemos visto, el nuevo trabajo de Michael Showalter tiene algo especial que lo hace, si no mejor, al menos un poco más estimulante. Sin embargo, que la historia del film esté basada en el romance real entre su protagonista, Kumail Nanjiani y su coguionista, Emily V. Gordon, supone un pequeño lastre que obliga a finalizar de una determinada forma, que prácticamente contradice algunos de los caminos que había empezado a tomar a lo largo de las dos horas que dura.

 

Kazan y Nanjiani

Zoe Kazan y Kumail Nanjiani en ‘The Big Sick’

 

Lo más valioso de la película —y creemos que aquí no hay lugar a dudas—, su factor diferencial, es la relación entre los padres de Emily, interpretados por Holly Hunter y Ray Romano, que aparece como una subtrama que durante aproximadamente un tercio del metraje se convierte en el verdadero foco de atención. Lo interesante aquí, además de una mirada mucho más madura de lo que podíamos imaginar sobre los vínculos matrimoniales, es un trabajo de composición que se alimenta de estancias oscuras y reencuadres para dotar a las imágenes de la significación que encierran los conflictos a tratar y los sentimientos de los personajes.

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Acerca de Iván Ginés

He comenzado a entender mi función en este mundo gracias al cine. Siempre me ha gustado decir que Vértigo y Mulholland Drive me introdujeron en este mundo, pero ahora debo añadir que han sido John Ford y Jacques Rivette quienes han cambiado mi forma de pensarlo.

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