Un repartidor de pizzas es secuestrado y queda inconsciente tras recibir un golpe. Al despertar descubre que tiene una bomba atada a su cuerpo y ha de robar un banco si quiere salvar la vida. Este es, grosso modo, el argumento de 30 minutos o menos, la segunda aventura cinematográfica de Ruben Fleischer que, si bien no tiene la chispa de Zombieland, es igual de entretenida.

El protagonismo aquí se lo lleva (otra vez) Jesse Eisenberg quien, acompañado de un divertidísimo Aziz Ansari nos llevan de la mano por toda una buddy movie (con la duda de si se apropia de sus tópicos o los satiriza) repleta de referencias y homenajes a los clásicos populares de los 80 y principios de los 90 en un ejercicio de nostalgia que pretende recuperar el espíritu de las comedias de acción de la época adaptándolas a los nuevos tiempos.

Y es en este punto, el de la adaptación, donde 30 minutos o menos pierde fuelle. Para llegar al público de principios de siglo hace uso de un sentido del humor soez en exceso y que tiene en Danny McBride a uno de sus estandartes. Tendemos a confundir el gamberrismo y la «macarrería» con la ordinariez y en este caso es un problema porque mientras el público potencial de la película está formado por cinéfilos, nostálgicos y «jóvenes de los 80»; el humor (gran parte de él), se dirige a los jóvenes de hoy día. ¿Esto a qué lleva? A que los primeros no terminen de disfrutar en su plenitud una propuesta muy divertida; y a que los segundos salgan desencantados.

Un desencanto que, por otros motivos, vemos en los protagonistas de la historia. Analizados un poco, los personajes son gente hastiada de su suerte y sin posibilidad aparente de realizarse como personas. Las circunstancias les empujan a la mediocridad e infelicidad. De esta forma 30 minutos o menos se conecta a la perfección con el pesimismo y malestar de la sociedad actual, con más luces que sombras en la visión del futuro.

Esto a su vez permite entender las motivaciones de unos y otros personajes, así como las relaciones existentes entre ellos y la ausencia total de moralina sobre la amistad o sucedáneos.

Al margen de las connotaciones sociales y/o emocionales de la nueva propuesta de Ruben Fleischer, lo que nadie puede discutirle (y hay que agradecerle) es su cultura cinematográfica. Ya no solo por esa mirada al pasado (también musical pasando del mítico The Heat Is On de Superdetective en Hollywood a los carismáticos Beastie Boys de los primeros 90); sino por saber utilizarla para construir un relato disparatado (para bien), ágil y muy ameno.

Por ser quisquillosos y encontrar alguna que otra pega a la película, la presencia de Fred Ward sabe a poco (a muy poco); mientras que el Love Interest que representa Dilshad Vadsaria es completamente prescindible y su presencia en pantalla solo queda justificada por una escena. Por otra parte, se echa en falta que se explote más aún la premisa (la bomba que lleva pegada Jesse Eisenberg). Hay un par de chistes muy explícitos al respecto, pero poco más. Quejas menores.

Sin ser redonda, lo cierto es que 30 minutos o menos es un título muy disfrutable, que se siente cómodo echando la vista atrás al tiempo que se muestra terriblemente actual y no conoce la palabra aburrimiento. Y, para los más morbosos, el film se inspira en el caso real de Brian Douglas Wells que en 2003 intentó atracar un banco también con una bomba pegada al cuerpo pero fue detenido y el explosivo estalló antes de que la policía pudiera salvarlo.