Titanic / James Cameron, Kate Winslet and Leonardo DiCaprio

Titanic: Larga vida al 3D

Once premios Oscar (incluyendo película y director) y más de 1800 millones de recaudación en todo el mundo hablan por sí solos. Quince años después, Titanic no ha envejecido un ápice, sigue fascinando de igual manera.

 

Pocos son los que no han visto la cinta más galardonada de James Cameron, por ello, hablar de las virtudes y defectos de la misma carece de sentido. De lo que no hay duda es del carácter visionario del director canadiense en lo que a técnica se refiere y su talento para atrapar al espectador con historias que no destacan por su excesiva originalidad. ¿O no estamos ante un Romeo y Julieta en medio de una aventura de catástrofes?

 

Coincidiendo con el centenario del trágico accidente y tras dos años de arduo trabajo (con una inversión de 18-20 millones de dólares), James Cameron revive la leyenda del transatlántico con una espectacular conversión a 3D que deja en evidencia a todas las producciones que hasta la fecha han querido engañar al público con un estereoscópico de postproducción que no ha hecho sino sembrar dudas e indignación hacia un sistema con enormes posibilidades.

 

Titanic / James Cameron, Kate Winslet and Leonardo DiCaprio

 

El propio Cameron con Avatar y poco después Disney con Tron: Legacy mostraron el camino y el cine de animación fue el primero en explotar esta vía (con Tintín como uno de sus mejores exponentes). Y cuando todo apuntaba a que el 3D no servía más que para el cine-espectáculo y el animado, Scorsese alzó la voz y lo introdujo de verdad en la narración, para enfatizar el estado emocional de los personajes en Hugo (ese primer plano de Sacha Baron Cohen mientras increpa al joven protagonista es ilustrativo). Si este modelo puede convivir con el cine tradicional y ofrecer un plus está por ver, pero la reconversión de Titanic es un paso más para afianzar la idea de que sí, es posible.

 

A falta de planos hechos expresamente para justificar la apuesta por el 3D (los clásicos objetos punzantes en los films de terror o elementos que entran y salen de la pantalla), en Titanic se han potenciado las imágenes creando una mayor sensación de profundidad y se han aprovechado los recursos ya existentes en el «original». Los problemas habituales que tienen este tipo de conversiones como el desenfoque de la imagen (Lucas y su Star Wars Episodio 1 lo saben bien) aquí no existen. La película tiene la nitidez propia de los proyectos rodados directamente en 3D. Este es un apoyo para la película y no una losa ni un reclamo superfluo. Así, escenas como la de la fiesta de los pasajeros de 3ª clase con el baile de Kate y Leonardo o la del íntimo retrato que pinta éste adquieren más fuerza. E imágenes míticas como la salida de Winslet del coche con su enorme pamela sorprenden como la primera vez.

 

Pero, lo más importante es que la película estrenada en 1997 se ha respetado por completo. Esto es, los fallos de racord que había en su momento y las escenas cuyo «trucaje» cantaba más de la cuenta siguen estando ahí. En Titanic solo se ha añadido el 3D, por lo demás, estamos ante la misma obra.

 

¿Se disfruta igual con el 3D estereoscópico que sin él? Sin duda. Pero esta afirmación es tan cierta como el hecho de que proporciona la oportunidad a toda una generación de redescubrir uno de los títulos más carismáticos del cine de los 90. ¿Y por qué vamos a negarles la experiencia? O a nosotros mismos. Antes y ahora Titanic necesita vivirse en pantalla grande.

 

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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