Justin Zackham, que ya tenía cogida la medida a la tercera edad gracias a Ahora o nunca (no tanto a la juventud con su desafortunada Going Greek), se atreve ahora a abordar uno de los momentos más importantes y estresantes en la vida de muchas parejas: la boda. El director de Connecticut ha hecho una lista de invitados en la que relucen las nuevas y veteranas estrellas: Ben Barnes, Amanda Seyfried, Robin Williams, Susan Sarandon… para celebrar un bodorrio en el que aunque todo resulta demasiado familiar la diversión está garantizada.
La gran boda es una comedia romántica sin mayor pretensión que la de hacer pasar al público un buen rato mientras ensalza las bondades del amor verdadero y aboga porque cualquier problema se soluciona hablándolo. Así, la cinta se pasea por los lugares comunes del género mostrando una amplia sonrisa, sabedora del material que tiene entre manos y que es lo que desea encontrar el espectador en ella.
Con todos sus protagonistas mostrando su lado más amable, la atención la acapara el trío formado por Diane Keaton, Robert de Niro y Susan Sarandon que, como padres del novio, son sus desventuras las que mueven la trama y las que nos ofrecen los momentos más simpáticos de la película. Como en muchas de estas producciones, las familias suelen ser más interesantes que los novios, demasiado acaramelados y preocupados porque todos se lleven bien para darse cuenta de lo que realmente sucede a su alrededor. Especialmente recomendable es visionarla en su versión original, ya que debido a los orígenes hispanos de uno de los personajes algunas de las bromas más destacadas del guión hacen referencia a las diferencias idiomáticas.
Si bien la situación está bien presentada, al igual que los distintos personajes y sus respectivos conflictos (algunos mejor desarrollados que otros), y la narración funciona estupendamente, el desenlace se precipita un poco. En cuanto la acción se traslada a la boda, los acontecimientos se aceleran y cuando el cuerpo nos pide pararnos en las varias tramas abiertas, estas empiezan a cerrarse de sopetón para abrazar un discurso lleno de buenas intenciones y sentimientos.
Enredos, corazón y comedia es lo que nos ofrece La gran boda, film con unas intenciones tan blancas como el vestido de novia de Amanda Seyfried. Ni es original ni pretende serlo, pero cumple con su cometido de arrancarnos una sonrisa.
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