Drive

Drive: Clásico imprescindible / icono pop

Drive es una de esas películas que en el preciso instante en que se proyectan por primera vez se convierten en iconos. Títulos que sacuden los cimientos de esta alienante sociedad siempre en busca de nuevos referentes y que con los años son engullidos por la cultura pop, como han sido los casos de, por ejemplo, Taxi Driver o La Naranja Mecánica. Films que, consciente o inconscientemente, hacen de espejo del sentir colectivo en un momento histórico concreto.

 

Aquí cobra fuerza la figura del héroe que por iniciativa propia rompe lazos con el sistema y la comunidad, practicando un comportamiento hasta cierto punto autodestructivo que, irónicamente, es fruto de la misma sociedad de la que huye.

 

Drive / Ryan Gosling

 

Enlazando estas dos ideas y retomando uno de los ejemplos anteriores, entre Travis (Taxi Driver) y el conductor (Drive) se pueden establecer algunos paralelismos. Más allá de que sean parcos en palabras, vivan sin excesos materiales y se ganen la vida conduciendo (Jason Stathan también conducía en Transporter y no por ello se parece a estos hombres), ambos viven según sus propios códigos y solo a través de ellos socializan con figuras que necesitan protección, encontrando en ellas un halo de esperanza en esa sociedad que no les acepta y ellos rechazan.

 

Cierto es que el grado de cordura de Travis es discutible y que las motivaciones de cada uno son distintitas, pero una cosa no anula a la otra. Son héroes de nuestro tiempo, que tienen un sentido de la moral muy personal pero si la situación lo requiere muestran un talante justo.

 

El conductor es también una suerte de samurái moderno: está dispuesto a morir por una causa, es disciplinado, pasa horas meditando y se siente (y se sabe) superior a los demás. Tal como está concebido, es un personaje que puede referenciar, así mismo, a otros muchos de la historia del cine y los ejemplos fílmicos no faltan: El Samurái de Jean-Pierre Melville o los tipos interpretados por Clint Eastwood o Steve McQueen. Esto es lo que convierte al personaje de Ryan Gosling en un símbolo reconocible. Algo que acentúa más aún el hecho de que no tenga nombre, no sabemos como se llama. Es, simplemente, «el conductor».

 

Por otra parte, éste no deja de ser una constante en el cine de Nicolas Winding Refn, que está cargado de personajes brutales expuestos a situaciones extremas; tomando como inspiración a los protagonistas de las leyendas nórdicas y la visión actual que tenemos de ellas hoy día (Valhalla Rising es el ejemplo más evidente y no hay que olvidar que el cineasta es danés).

 

Drive / Ryan Gosling & Carey Mulligan

 

Este punto da una muestra de su condición de autor. Algo a tener muy en cuenta en una industria en la que, como le sucede al personaje de Oscar Isaac, el pasado marca a fuego unas etiquetas que no permiten posibilidad de cambio. No se trata de un «lo que hacemos nos define», o sí, pero sin la opción de redefinirnos. Que Refn pueda ser etiquetado como autor es un logro del que pocos en Hollywood pueden presumir. Sus siguientes aventuras americanas terminaran de corroborar o tirar por tierra esta «marca».

 

De esta forma comprobamos que el símbolo sobrepasa al personaje de Gosling y abarca toda la película. Los actos y la forma de vida que lleva el conductor le supone una carga a lo largo de los 100 minutos de metraje, por mucho que intenta cambiar. No existe la posibilidad de una redención completa o de redefinición; y si la hay, es prácticamente inalcanzable. Un rasgo, este, que comparte con esta sociedad de principios de siglo.

 

Estas lecturas (y alguna más para la que es preciso y recomendable hacer más de un visionado) impregnan el ambiente y se entrelazan con una narración que encuentra muchas referencias en el cine surgido en los 70 en el marco de los movie brats (la generación de Scorsese, Coppola, Millius, Lucas…). Una época que, al igual que esta, vivía en el desconcierto.

 

Drive / Bryan Cranston

 

En un ámbito puramente cinematográfico, Drive vive en un difícil equilibrio que controlado (como es el caso) atrapa al espectador y que juega entre la elegancia y la brutalidad. No rehúye la violencia, pero tampoco se amilana ante ella. Así mismo, si ha de dejar reposar una escena o limitar los diálogos en favor de con contemplativo silencio, lo hace. El director danés controla muy bien los tempos, aunque al espectador más impaciente puede sacarle de quicio.

 

Drive, como Gosling, se gusta a sí misma. Se toma su tiempo y controla lo que hace en cada momento. En todos los aspectos. Desde las interpretaciones (elogiables todas y cada una de ellas) a una arriesgada y penetrante banda sonora de Cillf Martinez que combina a la perfección su partitura con las canciones de las que dispone (en Contagio ya nos cautivó con otra de las grandes composiciones de 2011).

 

Nicolas Widing Refn ha concebido un film al que el tiempo exprimirá: como clásico imprescindible para el buen cinéfilo, y como estampado de camiseta para las generaciones venideras en busca de un icono. Tome el camino que tome, Drive perdurará en el tiempo.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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