Una Canción para Marion

Una canción para Marion: Cuestión de actitud

A grandes rasgos, Una canción para Marion vendría a ser una versión almibarada y optimista de Amour, de Michael Haneke. Ambas abordan el cómo afrontar la inminente pérdida de la persona a la que amas cuando, después de toda una vida junto a ella, su cuerpo dice basta y solo queda aprovechar esos momentos que restan. Pero lejos de la tragedia y la sequedad que caracterizan al autor austriaco, la cinta de Paul Andrew Williams se va por otros derroteros (por ello, esta referencia hay que tomarla solo como punto de partida). Una canción para Marion es un drama seducido por la comedia para atemperar su tono, en el que se habla del amor, las segundas oportunidades, la empatía hacia los que te rodean y cómo hay que superar el orgullo y hacer pequeños sacrificios cotidianos para que la familia y los seres a los que amas se sientan mejor.

 

Gemma Arterton y Terence Stamp en Una Canción para Marion

 

El motor de la historia y sobre quien giran los conflictos es Terence Stamp, caracterizado como un hombre hermético que solo a regañadientes y cuando no le queda otra opción se abre a los demás y (más importante) a sí mismo, para descubrir emociones que creía enterradas o que nunca tuvo y acercarse más a su querida Marion (Vanessa Redgrave). El personaje de Stamp, Arthur, realiza un viaje interior con el que lograr redimirse de actitudes pasadas y encontrarse a sí mismo; al final, el mensaje que se puede extraer de Una canción para Marion es que la vida es cuestión de actitud y nunca es tarde para cambiar.

 

Y mientras Terence Stamp es el eje sobre el que se desarrollan las distintas tramas, la música, el coro al que pertenece Marion, funciona como detonante que fuerza la evolución del arisco Arthur. Por su parte, las mujeres que le rodean son quienes le van guiando en este camino que realiza. Es importante señalar estos aspectos porque uno de los principales elementos para que la cinta pueda transmitir toda su fuerza es el trabajo interpretativo. Los veteranos Stamp y Vanessa Redgrave encarnan al matrimonio protagonista, adorables, enamorados, cercanos… nadie es capaz de hacerles sombra y representan el gran reclamo de la película. Cerrando el particular trío está Gemma Arterton, profesora de canto y cómplice de Marion, es una de las responsables de la transformación de Arthur. Y aunque cuesta estar a la altura de los titanes ya mencionados, consigue desenvolverse bien en un papel en el que tampoco se profundiza demasiado. En términos más generales, a la película se le puede achacar su falta de ideas en determinados momentos, lo que lleva a cierta previsibilidad en el desarrollo de la historia.

 

Una canción para Marion es un título muy bienintencionado, que sabe explotar su sentido del humor y deja un agradable poso al espectador. Su director y guionista, Paul Andrew Williams, está más interesado en complacer que en provocar una reflexión.

 

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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